Cuento esto para que se conozca en qué estado de abatimiento he vivido este último tramo de la campaña electoral. Lo he percibido todo de un modo más calmado (o quizá cansado), pero también más pesimista. Un poco al borde de la rendición. El debate lo terminé recibiendo más aceradamente y el gran perjudicado (si es que necesitaba serlo más, a mis ojos) fue Zapatero. En verdad que este hombre encarna todo lo que yo detesto en un político: la falta de pragmatismo, la cursilería, la ramplonería, el engolamiento, el chantajismo emocional. Su llamado talante es un cerco: un intento de autoblindaje ventajista. Dice “yo no crispo, yo estoy por la simpatía”, mientras te mete el dedo en el ojo. Y si protestas, ya estás crispando y rompiendo el buen rollito... La campaña electoral del PSOE es peligrosísima. Está vendiendo, realmente, elementos que no tienen nada que ver con la política, sino con los manuales de atoayuda: la alegría, el optimismo, el “no ser cenizo”, el pertenecer a una mayoría feliz (“somos más”). Es ya un descarado abuso de la retórica publicitaria: pero ni siquiera de la propaganda política, sino de la estricta publicidad de los productos, que para venderte un perfume te habla de lo mucho que vas a follar con él. El PSOE no sólo está vendiendo cosas que no puede dar la política, sino que la política ni siquiera debería ofrecer. (A estas alturas de la Historia, no podemos ser inocentes a este respecto).
El día del debate había descartado prestarle mi voto al PP, en favor de UPyD y/o Ciutadans. Ahora vuelvo a no estar seguro. Es mi zozobra de toda esta legislatura: el PP no ha hecho nada por ganarse el voto útil, e incluso parece haber estado haciendo esfuerzos por espantarlo. Pero me parecería tan catastrófica otra victoria de Zapatero, que no termino de descartar la idea. Yo me identifico con las propuestas de UPyD y Ciutadans (y quizá me identificaría, en realidad, con un PSOE que fuese decente). ¿Pero sirve de algo votar a estos partidos, en una circunscripción como la mía? Es una duda que ya sé que me acompañará hasta la cabina del colegio electoral. Este año pienso meterme en ella unos minutos, para pensar y tomar la decisión definitiva. En realidad, para el elector zozobrante, que está contra Zapatero, pero no le perdona al PP que lo haya hecho tan mal, la cabina electoral será algo así como la cabina telefónica aquella en la que se metía López Vázquez y ya no podía salir, en su colapso de terror. Yo me meteré pasado mañana en la cabina, emitiré mi voto y saldré igualmente insatisfecho, porque, vote lo que vote, sabré cuál es el fallo y dónde está la fragilidad.
En cualquier caso, vote o no vote al PP el domingo, algo he aprendido en esta legislatura: que votar a este partido no te hace “de derechas”. Puede que, tal y como están las cosas, ocurra justo lo contrario. La más abyecta estrategia del PSOE durante estos cuatro años ha sido la de demonizar al PP, que es lo mismo que demonizar a media España. Se ha puesto de moda la acusación de “facha”. A cualquiera que ha disentido del Gobierno se le ha acusado de facha. Se ha extendido, entre determinados sectores, un miedo a ser acusado de facha que es equivalente al miedo a la impureza de sangre en nuestro siglo XVII. Pero el mecanismo es tan soez, que muchos progresistas nos hemos curado en esta legislatura precisamente de ese miedo: y no sólo hemos perdido el miedo a que nos acusen de fachas, sino que hemos llegado a pensar que hoy en día no puede ser auténticamente progresista aquel que no esté dispuesto a correr el riesgo de ser llamado facha. Los supuestos progresistas que se refugian en la tribu y en esa cursilona “trinchera de la alegría” no son más que cortesanos al servicio del Poder.
Históricamente se ha visto algo muy triste en España: triste y preocupante. Cuando ganó el PP sus primeras elecciones, en 1996, me alegré porque consideré que con eso se consolidaba la Transición. Ésta tenía que pasar la prueba de que la derecha gobernase democráticamente, y la pasó. Pero fue entonces cuando empezó a ocurrir algo que no me esperaba: la no aceptación de este hecho por parte de la izquierda. El primer atisbo de tal actitud se produjo cuando Felipe González sacó el famoso dóberman en las elecciones de 1993. En el último tramo del Gobierno de Aznar, dicha actitud de la izquierda se desbocó, con las movidas del chapapote y la guerra de Irak. Lo que en principio eran protestas legítimas, derivaban en acusaciones al PP de partido antidemocrático o de extrema derecha. Durante esta legislatura esa actitud se ha convertido en norma. Mi conclusión es pesimista. Parece que finalmente la Transición se ha detenido o quebrado en este punto: en la incapacidad de la izquierda para aceptar (para considerar legítimo) un gobierno democrático de la derecha. Si no se resuelve esto, no acabaremos bien.
A diferencia de López Vázquez, los electores podremos salir de nuestras cabinas el domingo. Lo que no sabemos es qué país nos encontraremos fuera. Ojalá no echemos de menos habernos quedado encerrados, por no ver lo que se avecinaba.
El Blogmaster anuncia la próxima inauguración de un servicio de encuentros digitales en
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hora e invitado para la solemne inauguración:
Invitado: Arcadi Espada.
Día: lunes 10 de marzo del 2008
Hora: 20h30m CET
(se ruega netiqueta)
Detalle: Mientras dure el encuentro digital el nickjournalarcadiano permanecerá moderado. Los comentarios serán seleccionados y liberados al ritmo que permitan las respuestas del invitado. Lamentablemente no podemos moderar una página (la del encuentro) y liberar otras (la 'normal' del día). A la finalización del encuentro el nickjournalarcadiano volverá a su estado natural de putochat.
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