Según esta concepción, todo régimen político tiende, por naturaleza, a degenerar. Esta ley implica a cualquier tipo de régimen, por bueno que sea: de la realeza surge la tiranía, de la aristocracia la oligarquía, mientras que la democracia degeneraría en demagogia populista. La única manera de controlar en cierta forma este proceso (la dinámica decadente nunca puede detenerse completamente), según Polibio, consistiría en organizar un régimen de tipo mixto, que permita una cierta armonía en la estructura política. En cierta forma, se trataría de llevar a cabo una efectiva separación de poderes.
Las cosas reales, los entes, por su propia naturaleza contingente, están sometidas al cambio, y por eso mismo decaen. Como escribe Polibio en el contexto de los entes políticos, “las constituciones perecen por dos procesos, uno inherente y otro ajeno a ellas (...). El inherente es un proceso regular”, sometido a la citada lógica de las cuatro fases de la anaciclosis.
Después de las elecciones españolas del 9-M podemos decir que hay dos partidos de ámbito nacional que han iniciado ciclos políticos de signo y orientación muy distinta. Uno de ellos es UPyD, partido de nacimiento reciente, que de la nada ha pasado a obtener 300.000 votos con sólo seis meses de vida. La dinámica de este partido, a medio plazo, parece claramente ascendente, y, si aprende de los errores de Ciutadans, el momento de su declive queda todavía muy lejos. En estos momentos se encontraría en plena fase dos (la de crecimiento) de la anaciclosis de Polibio.
La otra causa relacionada con el declive de IU podría tener que ver con cierto acomodo de sus dirigentes a un rol de comparsa (de llamada ‘voz crítica’) del PSOE. Esto ya se evidenció en las elecciones del año 2004, cuyo resultado fue negativo para IU (pasó de 8 diputados a 5). La pérdida de escaños se consideró algo secundario; lo principal y más importante era que el ‘infame’ PP había dejado de gobernar. Ese odio al PP es lo que, aunque de forma indirecta, está acabando totalmente con IU. Con Anguita en la dirección, IU, que hacía oposición frente al PSOE gobernante de Felipe González, se convirtió en una fuerza política poderosa e influyente. Pero ahora, con Llamazares, cuando la labor opositora se ha llevado a cabo no contra el gobierno de Zapatero sino contra la oposición de Rajoy, se ha desmoronado hasta casi la desaparición. Es como si, en cierta forma, IU hubiera trabajado más para el PSOE que para sí mismo. El odio que siente por el PP ha podido más que sus legítimos intereses como partido político independiente.
Ahora Llamazares ha anunciado que se va (como coordinador general). Pero no del todo (mantendrá su escaño toda la legislatura). Todavía tiene que acabar el trabajo que inició en el año 2000. Lo que ahora me pregunto es: ¿seguirá después el mismo camino de López Garrido? ¿Será homenajeado, tal y como se merece, como el mejor político con el que ha contado el PSOE en esta última década?
(Escrito por Horrach)
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