Somnolientas mandarinas
se agolpan en los asientos
cabeceando con pelo grasiento
soñando con sus caballeros
No las veo tristes,
las veo cansadas, agotadas;
pero siempre puntuales,
con ropa barata, incómoda
Será el tren un dragón bermejo,
con lomo blanco, boca picada.
No las veo tristes,
mas no se con certeza dónde van,
aunque temo que a nada cómodo,
cargando decibelios en sus oídos,
con control de sus capataces;
ignorando si sus almas se retuercen.
No las veo tristes,
a veces hasta me sonríen
o sonríen a mi suerte, no sé decir.
Quisiera ser su mandarín
y conocer los secretos de sus camas
del espíritu de sus breves ojos
de los sueños de dragón dorado.
No las veo tristes,
Súbitamente despiertan
como de un letargo calculado
de la voz de mando
a mis amargos oídos ininteligible;
mando femenino de gesto serio.
No las veo tristes,
se apean ordenada, jubilosamente,
del loco viajar de la serpiente;
que me lleva a través del túnel
pensando que otro día más pasa.
Mi sentimiento más profundo
Mi recuerdo más temprano
Etiquetas: Cateto de Pacifistán
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