martes 2 de octubre de 2007
Dios los cría
Javier Marías concluye una novela. En Alfaguara se ponen a tocar el tam-tam. Los tambores de guerra retumban en Miguel Yuste 40.
--Hay que darlo todo, amigos --ordena el mandamás--. Prisa espera que cada hombre (y cada mujer) cumpla con su deber.
Y empieza el bombardeo de entrevistas a Javier Marías en todos los suplementos de El País, Bobelia, Tontaciones, en EPS, en el de Moda ("Las corbatas de un autor"), en el de motor ("Un escritor peatón"), en las páginas de Economía ("La cartera de valores del autor español más leído en Alemania"), en el de Cocina ("'Almuerzo un sencillo emparedado' confiesa Marías") y hasta en las páginas de Nuevas Tecnologías ("Abomino de los ordenadores, ¿qué pasa?").
--¡Más madera! --reclama el mandamás--. ¡Kamizake, kamikaze: es la tempestad que sólo pueden desatar los dioses!
Se fotografía a Marías en todas las posturas concebibles (la mayoría de ellas, bastante forzadas), se encarta con el diario un capítulo de la novela y, a la semana siguiente, como obsequio, una maquinilla de afeitar del propio Marías. Llueven Marías a cántaros, como capuchinos de punta, qué le vamos a hacer. ¿A quién le importa?
En realidad, a todo el mundo le da lo mismo.
¿A todos? ¿A todos-todos?
¡No! ¡Ni hablar! Hay un irreductible galo que se resiste ahora y siempre al protagonismo de Marías.
Mientras come un jabalí, que ha cazado con sus propias manos, el irreductible, vestido con chaleco de pescador de truchas, examina El País y siente el hervor de su propia sangre que le hincha la yugular. La envidia le reconcome. Prueba a degollar dos delfines para tranquilizarse, pero sin éxito. Escabecha un oso panda. Nada le tranquiliza: él no puede consentir que Marías salga tanto en la prensa. ¿Y él? ¿Es que él ya no existe? ¿Él, que vende más que nadie? No está dispuesto a dejarse robar plano. No, señor. Antes muerto que sencillo.
En Miguel Yuste 40, en su despacho alicatado hasta el techo de fotos abrazado a premios Nobel, Juan Cruz pasea nervioso. Tiene un presentimiento: le van a regañar. Algo le dice que se la va a cargar.
No se equivoca: suena uno de sus siete móviles.
Descuelga y oye oleaje, silbidos de balas, gemidos de placer de mujeres de todas las edades y entrechocar de espadas. Lo que Juan Cruz se temía.
--¡Juanito! --grita una voz de trueno.
Es el Übermensch de las Letras, el Protomacho plumífero, el Megavendedor de novelas.
--Dime, Arturo, dime, te oigo mal, parece que no hay demasiada cobertura --explica Juan con voz melindrosa, almibarada y deferente.
--Me cago en todo. Estoy en alta mar. Coño. Joder. Mierda. Cojones. A mí no me sacáis tanto como a Marías, mi amigo Marías, me cago en todo.
--No te pongas así, Arturo, es que Javier acaba de publicar una novela.
--¡Que novela ni que ocho cuartos, Juanito, no me toques los cojones!
--No, claro, no, tú tranquilo, Alatriste. Lo vamos a arreglar, pierde cuidado.
Dicho y hecho. Al día siguiente una página y media de entrevista a Pérez-Reverte, con sus dos fotos, dos, sin venir demasiado a cuento, con la mínima percha de una edición en bolsillo.
Juan Cruz, trémulo, melífluo, admirativo, se pregunta en el titular: "¿Cómo se siente un escritor así?"
¿Que Marías reflexiona e intelectualiza? Arturo no se queda atrás. Dice de un libro suyo:
"Fue un acto de reflexión, intenso y agotador. Es de las novelas que me han dejado más exhausto en cuanto a intensidad. Y eso que es relativamente corta".
Formidable, dos soberbios ejemplares entrechocando los cuernos para demostrar ante la manada quién la tiene más grande o quién reflexiona más y con más cansancio.
Pérez-Reverte escribe libros con: "Duras conclusiones. Amargas, descarnadas. Un libro muy fuerte y muy duro".
Luego añade:
"Yo era un cazador; podría haber cazado animales, obras de arte, pero lo que cazaba eran imágenes. Yo sabía cazar la vida".
¡Guau!
Después habla de El Club Dumas, con la humildad que le caracteriza:
"El libro surge como un desafío, en un tiempo en que no se hablaba de clubes ni de nada de esto: fui un pionero. Fue una apuesta, y es el libro más agresivo que he hecho en plan desafío a lo que se estilaba en ese momento. Una declaración de principios. Estaba más solo que la una. Es un libro con una estructura complejísima [...] Pero sobre todo fue una patada en los cojones a los que tenían secuestrada la literatura en ese momento".
¡Guau, guau! Cuánta testosterona, literatura que procede directamente de los testículos, escrita con "los cojones del alma", que diría Miguel Hernández.
Menos mal que, cada vez que la literatura está en peligro, viene Alatriste al rescate, como el Séptimo de Caballería.
Cuidado, amigos, no estamos ante un inculto, nuestro hombre es académico (es de la Española, no de la Lengua, Juan Cruz) y:
"Cada semana sigo leyendo al azar a Virgilio, a Homero, a Chateaubriand, a Conrad".
¡Toma ya! ¡Y dos huevos duros!
De La reina del Sur presume Pérez-Reverte que "hasta los narcos la han leído, en Mëxico". Es una "novela musical", afirma. En las obras de Pérez-Reverte hay de todo, como en Saldos Arias: reflexión, acción, desgarramientos, intensidad, estructuras metálicas, música, oportunidades, rebajas y además se hacen arreglos a la ropa y se da la vuelta a los abrigos.
Y así hasta la extenuación.
Juan Cruz pone un titular con su declaración más importante y delatora del motivo de la entrevista:
"Soy un lector todo el tiempo, no soy un escritor, no soy Javier Marías".
Mensaje recibido, Arturo.
Al final, la entrevista se convierte en un formidable delirio paranoico. Al parecer, a Pérez-Reverte le persiguen unas malvados para acabar con su vida. ¿Será el profesor Bacterio, los pieles rojas o Fumanchú?
"No voy a dejarme matar. [...] Si un día me echan de este país, me voy a Francia, escribo allí, o en Italia o en Argentina. [...] Hay que morir matando".
Estremecedor, Arturo: se me ha puesto toda la carne de gallina.
¿A ti no te pasa? ¿A ti no te preocupa la persecución que sufre Pérez-Reverte?
Me han dicho que, después de esta entrevista, Juan Cruz ha prometido abandonar el periodismo. Se sentirá demasiado mayor para recibir llamadas intempestivas de escritores celosos, tal vez. No sé. ¿Tú qué piensas?
Etiquetas: Javier Marías, Juan Cruz, novelistas, Pérez-Reverte, Rafael Reig
Publicado por Rafael Reig el 6:17
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