En la primera semana de septiembre se celebran las fiestas patronales, con procesión de la virgen, que tradicionalmente echaban el telón a la temporada estival en Vigilia de un Condado. Hace unos años que la romería amplió su duración de un día a una semana. Y el verano ya no termina aquí. Eso decretan los papeles promocionales de este neodestino vacacional. Hace mucho mucho tiempo, diez años ya, el casco urbano se limitaba a cuatro filas de viviendas pegadas al mar, con medio paseo marítimo ocupado por unas barcas de pesca que ya no están. Detrás de la carretera nacional, tierra adentro, ascendían las colinas de viñedos. Un campo ahora cubierto de urbanizaciones y zona verde golfística. 'Un paraíso que rebosa belleza y simpatía'. Aunque él sigue viviendo allí, en la parte alta. La misma parcela, una vivienda más ancha con más plantas, piscina donde hubo huertecillo. Piedra por baldosas.
Ha cambiado el tiempo porque así lo decidieron en el Ayuntamiento, una dependencia por cuyo mando han desfilado los mismos hombres, intercambiando posiciones. Mientras, las siglas de los partidos surgían y caían. Coaliciones, salidas y retornos para configurar un arco de dos formaciones locales y dos nacionales. Todos han estado en todas. Allí dinamitaron la estacionalidad para traer a más gente. De modo que oficialmente hay más de 300 días de sol al año. Fue una decisión muy deliberada. Un ambicioso quería imprimir la cifra de 350, pero al alcalde le pareció exagerado. Lo compensaron subiendo las comisiones a las promotoras. Él vendió, como todos, pero se ha quedado una parcela. Tenía ventaja pues fue pionero. En los años ochenta había tres actividades en Vigilia de un Condado. La pesca, las uvas y la droga. Él simultaneó dos y acaparó parcelas altas. Si la vid crece sana y vivaz en los valles, para los cerros era más complicado encontrar una utilidad. Algunas ovejas para aliviar a un pastor. Poco más. Él copió una idea y plantó rosas africanas en las colinas, un clásico lleno de belleza y simpatía. Pero la fatalidad en forma de fuego e inoportuno viento arrasó el cerro. Las autoridades fueron comprensivas con él y le cambiaron el uso al suelo. Fue el primero en recibir comprensión y otros propietarios de la zona así lo han reconocido generosamente. Siempre reservan un detalle para él.
Tiene nietos que se entusiasman junto a la piscina. No les dará demasiados consejos. No tiene demasiada palabra. Sí les repetirá su convencimiento de que hay dos tipos de hombres: los que actúan y los que no. Esa es la diferencia porque pensar, todos piensan. También les sugerirá que cuanto más cambian las cosas más siguen igual. Pero la explicación a esta premisa se la guarda. Continúa desayunando café solo y una rebanada de pan untada con manteca de la sierra, de la fábrica que pudrió el río. Hace décadas que las articulaciones de sus dedos están encasquilladas por la mañana. La piel espesa, un recuerdo de los años de labranza. Las manos de los vigilios siempre se distinguieron por la piel: árida en los monteños, lijosa en los pescadores.
La pesca y la vid mantienen su importancia en el pueblo. No verán ustedes una sola red de faena y hace un lustro que se vendió la última hectárea de vid, donde ahora se yergue Vigilia Valley. Pero los folletos describen el encanto de un pueblo de uvas y pescadores; playa y golf. Y lo testimonian las fotos. Y hay una estatua pesquera en la rotonda. Yo mismo me topé un día con uvas del condado. Fue en un zoco algo lejano. Vaya sorpresa. Era el mes de abril.
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