8.
Felipe González dio su mitín (MITIN, NO MITÍN) de fin de campaña en 1982 en una gran explanada que había en la Complutense. Algún interés ME debía despertar su discurso, pues acudí a escucharle y aparqué MI Vespa justo debajo del escenario. A finales de 1983, cuando ME quedaban todavía varios meses para acabar la residencia, recibí una sorprendente oferta de trabajo. En el Centro Nacional de Farmacobiología de Majadahonda buscaban un Farmacólogo Clínico para ocuparse de ése (ESE, SIN TILDE) Departamento. Aunque el número de estos especialistas era entonces muy exiguo, me sorprendió que se pusieran en contacto CONMIGO. En realidad se estaba produciendo una depuración política de aquellos funcionarios que habían hecho fortuna con la UCD, y estaban buscando gente para reponer a los cesados. Lo que fuere, fuímos (FUIMOS, SIN TILDE)varios los entrevistados y me eligieron a MI (SERÍA MÍ, CON TILDE, ES PRONOMBRE). Aunque tuve que esperar a acabar el periodo de formación, con 29 años recién cumplidos, pasé de residente a Jefe de Servicio. Claro que ME cayó la vitola de socialista recalcitrante, bien cierto que no era tal, sino simplemente un simpatizante.
MI llegada al centro cayó como una patada en los cojones, era un joven socialista vestido con ropa de Adolfo Domínguez. Y lo peor es que ME lo creía, iba imbuido de la gran superioridad moral que me daba mi talante izquierdista y además venía de un centro de excelencia, la Universidad Autónoma. ERA UN ENVIADO DE DIOS para poner orden en aquella casa de putas. Y a fe MÍA (ATINÓ POR FIN CON LA TILDE), que lo era. Calificarme de un idiota engreído, no era calumniarme, pero lo que encontré en aquel lugar no era de este mundo. Aquello estaba poblado por personajes galdosianos, enloquecidos funcionarios que habían perdido todo contacto con la realidad.
La ruleta de la fortuna ME había dado lo que no merecía, braguetazo diestro, formación en un lugar de privilegio y, ahora, encima, ME nombraban JEFECILLO. Ya he dicho que (FALTA UN ME) comportaba como un idiota, pero aquello ME estaba dando privilegiada atalaya para entender el mundo. El proceso de ajuste no fue sencillo. ME invitaron a Milán a un congreso de Cardiología y le pedí a E.V. que me acompañara. Se pasó todo el vuelo fumando porros, cosa que entonces podía hacerse tranquilamente, y que hizo en un vuelo semivacío de Alitalia. Pero al llegar, un (UNOS, CONCORDANCIA DE NÚMERO, CHIQUITÍN) enloquecidos pastores alemanes se echaron encima de ella, excitados por el olor del hachís. Pasamos varias horas en la comisaría del aeropuerto, le confiscaron el género y nos soltaron. Yo tenía la conciencia tranquila, pues nunca he conseguido aprender a fumar, pero la imagen que di a MIS anfitriones fue penosa.
MIS jefes, que ME veían con posibilidades, pero algo inmaduro (¿SÓLO ALGO?), decidieron enviarme a Estados Unidos. Un periplo por diferentes lugares: New Jersey, Washington, Atlanta y el estado de Nueva York, aquello era lo que ME faltaba para creérmelo ya del todo. MI actuación era siempre un puro desatino, pero ME salvaba la campana. Leí la Tesis y tuteé al tribunal con desparpajo. A uno de los miembros que ME hizo una pregunta de compromiso, le contesté que se notaba que no la había leído. Pero ni por ésas, aún en la Autónoma era muy difícil que no te dieran el Cum Laude, aunque al parecer mi caso estuvo a punto de sentar precedente. Como me habían hecho un contrato de interino, tuve que hacer oposiciones para regular mi situación. La especialidad era nueva, por lo que los miembros del Tribunal andaban despistados. Uno de ellos, el Profesor Jané, ME llamo para que le ayudara a preparar las preguntas del examen. Le hice saber que YO era uno de los opositores, aunque ya estuviese oficiando de jefe. Se presentaron mas de 100 personas a aquella oposición que ofrecía tres puestos. SAQUÉ EL NÚMERO 1, como Fraga.
En 1985 se perfilaba nuestro ingreso en la Comunidad Europea. A finales de ese año participé en una reunión con el ministro Ernest Lluch para ajustar los temas de Farmacia, mi jefe directo, F.L., ME metía en todos los fregados. Por aquella época, el ABC publicaba una evaluación de cada uno de los ministros. Al llorado Lluch lo suspendían, como a casi todos, pero me estremeció una frase justificativa de aquel negativo balance: "Lo peor del Ministerio es el Director General de Farmacia F. L. y su mano derecha F.G.A., procedentes, ambos, del ala mas radical del Partido Comunista". No importaba que fuése (FUESE, SIN TILDE)mentira, por lo menos con respecto a MI (MÍ, CON TILDE), el hecho es que el ABC gozaba de crédito entre las gentes de bien. Pensé que quizá el padre Josefín, el cura rojo que ME había bautizado, estuviera detrás de este enredo, pero lo cierto es que le di un gran disgusto a mis padres y sobre todo a mis suegros. Ahora se entendía todo, la carrera ascendente del bandarra de su yerno no era debida a méritos basados en el esfuerzo personal o en una moral intachable, sino que se había muñido en las covachas de la izquierda. Por MI parte me veñia obligado a un fino equilibrio, debía afectar un carácter progresista en mi trabajo y aparecer como un hombre de orden dentro de la familia. Debí hacerlo bien, pues no me desheredaron y seguí TREPANDO en la escala administrativa. El siguiente paso fue mi nombramiento como Consejero Técnico en el propio Ministerio y mi designación para asistir a Bruselas representando a España en diversos foros. Cuando MI amigo F.L., cansado de tanto tonto, decidió volver a la Universidad en 1987, se cernió sobre MI (MÍ, CON TILDE) la duda del descrédito, desaparecido MI protector, ME hundiría.
El gobierno del fementido González nombró Director General de Farmacia a J. B., un payés gerundense que parecía el mismo Pla. Era conocedor de la materia, pero lego en temas de la Administración. En su ingenuidad, solicitó ayuda a A., Jefe de Personal, para seleccionar un candidato a Subdirector General. A. era psicóloga y ME tenía sincero aprecio. Entre los dos tendimos una celada al payés. A. preparó una compleja batería de test psicológicos, que según ella discernirían quién era el mejor candidato. Naturalmente yo conocía las respuestas, por lo que arrasé en las pruebas. J.B., que tenía la sabiduría que da la observación del campo, desconfió. "Demasiado listo", se justificó, y nombró a otro.
No ME quedó mas remedio que mantenerME agazapado, pegado al terreno. Había que esperar mejores tiempos.
Pasaron cosas, pero en 1990, a la edad de 34 años, fui investido como Subdirector General. Pisé moqueta, hasta hoy. Cuan (CUÁN, CON TILDE) abyectos resortes tuve que activar, son pueril anécdota. ME subí al carro y juré que solo (SÓLO, CON TILDE) me sacarían de allí con los pies por delante.
9.
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De puntuación, mal. De estilo, afectado e impostor, como siempre. Y con lo que dice, ¿se puede ser más miserable? Eso sí, demuestra su infantilismo narcisista y su elitismo paleto: cómo pasar por encima sin merecerlo.
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