Cualquiera de nuestros posibles recorridos personales deviene un camino abierto. La realidad y la ficción, el azar, la necesidad y la potencia de nuestra voluntad construirán nuestra memoria, nuestra historia, memoria que conformamos de deseos y actos, memoria bioquímica que -consciente o inconscientemente- nos construye un mejor traje tomando los retazos de lo que pasó y de lo que fantaseamos.
HAMLET: O God, I could be bounded in a nutshell and count myself a king of infinite space–were it not that I have bad dreams.
Recuerdo el año 1.965, con diez años recién hechos, como un viaje iniciático a un mundo desconocido, personaje de una de las novelas de Julio Verne, inmerso en una aventura primordial. Mi mundo cambió de una manera irreversible: pasé del marcado ciclo europeo primavera, verano, otoño, invierno, a una primavera infinita y como aprendí rápidamente, una primavera perpetuamente mojada.
Vivir en un altiplano en el trópico, te garantiza como mínimo dos cosas: temperatura primaveral y aguaceros. La lluvia en el trópico –como todo lo referente a la naturaleza- tiene otra escala. Ibas a clase a las 7 de la mañana, con sol radiante, se iban formando los cúmulos, blancos, enormes, como archipiélagos en el cielo azul y por la tarde llovía. Llovía por poner un nombre que reconozcamos, una riada vertical caía del cielo y era inútil armarse de paraguas o impermeables de caucho, la magnificencia del agua era tal que quedabas empapado en menos de un minuto. Los zapatos hacían chop chop, chop chop, chop chop, hasta casa, una pura delicia para un niño. Mis referencias desaparecieron -la infancia quedaba a 9.000 Km- y como recién emigrante la absoluta novedad y el completo desarraigo me dio una nueva página –ya algo escrita- pero con mucho espacio en blanco. A diferencia de los padres que tienen una memoria más llena de su pasado, me olvidé rápido de España, sólo me quedó la morriña de mi mejor amigo y de mis abuelos, las espaciadas cartas mantuvieron ese frágil hilo durante los siguientes años.
Contradiciendo su nombre patrio, la muy escasa presencia de oro y plata hizo pasar de largo a los primeros conquistadores en busca del Dorado y se quedaron sólo los que vinieron después, a labrar y a buscarse su particular dorado en la caña de azúcar, el café, la leche, las vacas, los mangos… se quedaron, se mezclaron (el sexo primero, el pool genético después) y al final resultó un país tranquilo, criollo pero europeo, sin casi indígenas que se convirtieran en marginados como ha pasado en muchos otros países americanos. La gente era tranquila, te decían: no tengas prisa, no tengas ansia, ya llegaremos, suaaavee mahe. El recuerdo neblinoso de aquellos años mantiene la fuerza de un sueño vívido, chocante, ¿absurdo?, otra realidad en que las fuerzas primigenias de la naturaleza te abrazan y juegan contigo cruelmente, un viaje alucinado e indiferente. Estuve en el mayor volcán del mundo y no sabía si el otro extremo del cráter era un lago, un agujero imposible en la montaña o una ventana a otro espacio. Los terremotos, nunca te acostumbras a ellos, sentir la tierra moverse a tus pies y el crujir de la madera y la tierra te eriza el espinazo y te dispara la adrenalina, la fuerza de sentirte Hombre sobre la Tierra. Cierta indiferencia cósmica a los elementos se manifestaba en rutinas como que los autobuses escolares llevasen literalmente colgando de las puertas a racimos de estudiantes de secundaria que iban o volvían a las clases; nadie se extrañaba de subir y tirarse en marcha, tan natural como desayunar panqueques y café, o jugar a fútbol en los campos de La Sabana (aeropuerto nacional) e ir a buscar la pelota a la pista mirando que no bajara ningún avión, o las señoras atravesándola con la compra acortando el camino para ir a su casa.
El pasado colonial se notaba en la escasa arquitectura muy parecida a la extremeña, algunos restos comidos por la selva y la forma habitual de los pueblos y ciudades: la plaza mayor, las oficinas de la administración y la iglesia formaban el centro de unas calles y avenidas cuadriculadas. Una especialidad del país, a diferencia de casi todos los demás de la América Hispana es que en cualquier pueblo o villorrio, en medio de la selva, la costa o el valle central había siempre la escuela pública y la casa del maestro, humilde, sencillo, pero siempre, en todo el país, escuela obligatoria y gratuita hasta los 18 años. Recuerdo un largo viaje por la costa del Pacífico en unos inmensos cultivos de piña y banana que cada 5 o 10 Km de la larguísima carretera de tierra, se abría un cuadrado en la masa arbórea: las casas, la plaza-campo de fútbol, la pulpería, la iglesia, la escuela. En sus escuelas leí a Rubén Darío, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Mistral, Azorín, Cervantes -El Quijote (un capítulo cada semana)-, por lo que vi después, bastante mejor que en la propia España, la madre patria esquiva e indiferente hacia sus antiguos hijos. Otra singularidad irreal, fue que, no sé si en otro rapto soñador, decidieron abolir el Ejército, cosa que les ahorraba dictaduras y peleas (suuaveee), daba dinero para las escuelas y les ocasionaba un problema para festejar las fiestas nacionales: Día de la Independencia, Día de la Hispanidad, en fin, todas aquellas ocasiones en que ver a otros hombres con uniforme, gorra, metales, música marcial, marcando pasos como alelados y algún tanque justifican patearse un 20% del presupuesto nacional.
Como al parecer a los hombres lo de jugar al fútbol, beber cervezas y eructar o desfilar juntos es algo genético, los alumnos desfilábamos en los días señalados, en lugar del tercio del duque de Ahumada, La Legión, o la Bripac, allí íbamos el Liceo Dobles Segrera, el J.J,Vargas Calvo o el Liceo Rodrigo Facio, con nuestra banda de música, las banderas y el colegio en pleno desfilando con el uniforme escolar del país: pantalón o falda oscura, camisa blanca, corbata. La capital se llenaba de los estudiantes marchando izquier, dos tres cua, izquier, dos tres cua,… las autoridades, los ciudadanos y el discurso del Presidente del Gobierno o de la Asamblea Legislativa, cantar el himno nacional y para casa a comer.Esta vida ejercida y soñada en un insignificante rincón entonces desconocido de todos, fue luminosa y plácida, fuimos los reyes del universo mundo y orgullosos de nuestra voluntad de ser como éramos. Aún siento en una sombra de mi memoria, oscurecida por el paso del tiempo: mahe, suaavee…El país sin oro ni plata, se llama Costa Rica. Les dejo la letra que cantábamos con orgullo y amor cada mañana antes de empezar las clases, al izar la bandera de mi pequeño país, algo que no he vuelto a sentir ni con la Marcha Real ni con Els Segadors: Noble patria, tu hermosa bandera
expresión de tu vida nos da;
bajo el límpido azul de tu cielo
blanca y pura descansa la paz.
En la lucha tenaz,
de fecunda labor
que enrojece del hombre la faz,
conquistaron tus hijos
labriegos sencillos
eterno prestigio, estima y honor.
¡Salve, oh tierra gentil!
¡Salve, oh madre de amor!
Cuando alguno pretenda
tu gloria manchar,
verás a tu pueblo valiente y viril,
la tosca herramienta en arma trocar.
Salve oh Patria tu pródigo suelo,
dulce abrigo y sustento nos da;
bajo el límpido azul de tu cielo
¡vivan siempre el trabajo y la paz!
(Escrito por bose-einstein)
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