Alguien publicó esto en una revista allá por el año 2005, creo
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ENSAYO DE PERMANENCIA
Puedo datar con total exactitud el momento, así como el lugar y las circunstancias que rodearon mi conocimiento de la obra de José Ángel Valente, sin lugar a dudas el mayor poeta español de la segunda mitad del siglo XX. Las casualidades afortunadas de la vida me situaron en una encrucijada en que se reunieron personas bastante interesantes y duante algunos días discutimos de nuestros gustos, nuestras ideas acerca de la poesía, de la literatura, la música, la sociedad o, simplememtne, de nosotros. Una de esas personas me reveló, a una edad muy temprana, la existencia de Fernando Pessoa y de José Ángel Valente. Que alguien a quien no volví a ver y con quien comaprtí una semana escasa, resultase tan decisivo en mi vida puede resultar al menos sorprendente. Pero la vida está llena de sorpresas, encuentros y dones como ese. Nada más volver a la ciudad donde entonces vivía, me lancé a la búsqueda de las obras de Valente; una interesante antología la encontré en la librería Macondo. Era poco, pero por entonces aún suficiente. Algunos años más tarde encontré un ejemplar de Punto cero en una librería vallisoletana.
Lo que más impresionante de Valente es la potencia creativa que lo anima. No en vano es heredero de una extraordinaria tradición, elegida libremente por él, que llega hasta su presente, y que él se encarga de multiplicar añadiéndole nuevas interpretaciones, significaciones distintas, aperturas hacia otros ámbitos. Es eso lo que distingue a un verdadero poeta de un escribiente. José Ángel Valente se sitúa en el centro y en el margen; en el centro de una corriente literaria cruzada por los místicos y por los vanguardistas, que alienta una expreión literaria radical, ceñida a los lementos imprescindibles y que atiende a la expresión esencial del pensamiento poético. Marginal, sin embargo, en el ámbito de la lengua castellana; sólo siente Valente una afinidad poética con Juan de la Cruz, Miguel de Molinos, un Juan Ramón muy tardío, Luis Cernuda o José Lezama Lima. En otras lenguas, en otros ámbitos culturales se vio obligado a crearse su tradición: T.S. Eliot, Paul Celan, John Donne, Gerald Manley Hopkins, Novalis, Eugenio Montale o Edmond Jabès. (No en vano, movido por la empatía y el deseo de aprender de ellos, los traduce) Junto a ellos, o cabría decir, con ellos, una pasión por laCábala judía, cultura preocupada por la palabra, en su significación y en su amterialidad, aspectos los dos que interesan, sobre cualquier otro, a José Ángel Valente.
La prolongada frecuentación de tales poetas lo lleva a asimilarse a ellos, a interpretarlos a la luz de sus propios conceptos estéticos, no muy lejanos de los de aquellos. Sólo así se entiende Mandorla o las citas de Juan de la Cruz insertas en algunos de sus poemas. Las traducciones que Valente hace de otros poetas están más cerca de la creación literaria que de la traslación meramente lingüística. Que sus poemas recuerden los de otros autores no puede atribuirse al plagio sino a la asimilación estética. Y eso, repito, se debe a la apertura hacia otros espacios poéticos que convoca la interpretación que de los poemas ajenos hace.
No es Valente de aquellos que se queda recluído en su pequeño habitáculo literario. La experiencia estética, si lo es de verdad, ha de probarse con encuentros con otras artes. Así lo ha hecho él. Las colaboraciones con A. Tapiès, A. Saura, o M. Falces, entre otros, no solo ha tenido como resultado la publicación de algunos libros; poesía e imagen - pintura o fotografía - se alían al tiempo que resaltan lo que de común comparten. No son excursiones ajenas a su quehacer artístico sino la plasmación con otros medios expresivos de las mismas inquietudes. Lo que sorprende es la capacidad de Valente para aprender, asimilar e incorporar a su poética; y esto nunca es más patente que en su colaboración con A. Tapiès. Pareciera que algunos poemas de Material memoria y algunas pinturas del catalán fueran obra del mismo sujeto. La reflexión acerca de lo que es la pintura o la poesía, de los materiales que ocupan a cada una, las bases comunes, los puntos de intersección, es procupación recurrente ya sea en sus ensayo ya en sus poemas. Las alusiones a Paul Klee, la reiterada presencia de materiales como la arcilla o de objetos como el cántaro lo confirman.
Es la suya una poesía al menos en una de sus etapas, centrada en la materia, bien que reducida a sus elementos primarios. Que luego vaya desprendiéndose de ella, en un proceso complejo de depuración que conlleva una ampliación del significado, ya se podía intuir en su primer libro de poemas. De la materia hacia el momento previo a la creación, hacia el interior inconsciente del sujeto es la línea que recorre, porque a partir de Mandorla y, en especial de El fulgor, Valente parece empeñado en retraerse al momento anterior al suceso. De ahí la importancia de la alborada, del limo o del pensamiento que aún no ha sido informado por las palabras, el légamo informe del cual surgirá el poema. Para ello, la palabra ha sido abrasada por el pensamiento radiante. En tierra asolada por el resplandor el movimiento consecuente es el regreso al elemento nutricio que anida en la oscuridad. De la luz y la sequedad a la oscuridad húmeda; para más tarde situarse en el lugar del vacío, en la espera permanente, porque nada hay que nos sea atender la llegada de la palabra. Luz, oscuridad, espacio infinito, el que observaba desde su casa almeriense, el que se abría hacia la nada o el significado total de sus últimos poemas. El poeta casi ya confundido con su poesía, a la espera del momento en que con su muerte serían ya para siempre lo mismo, palabra, hálito vital susurrado, inminencia pura.
Había pensado asistir a la ceremonia en que lo nombrarían doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca. No pudo ser. A los pocos meses falleció. Parafraseando el título de uno de sus libros, no amaneció el cantor; y la palabra, una vez hecha carne, regresó al lugar de la espera, al profundo sustrato común de donde la recogen los poetas. La muerte no significa, sin embargo, la périda, pue con lo grandes poetas, y J.A. valente era uno de ellos, queda siempre el diálogo ininterrumpido, que ya él dijera en “Maquiavelo en San Casciano”:
“Vengo a la compañía de los hombres antiguos
que en amistad me acogen
y de ello recibo el único aliento
sólo mío, para el que yo he nacido.
Con ellos hablo, de ellos tengo respuesta
acerca de la ardua o luminosa
razón de sus acciones.
Se apaciguan las horas, el afán o la pena.
Habito con pasión el pensamiento.
Tal es mi vida en ellos (...)”
Poesía y pensamiento, otra de las líneas d fuerza que cruzan la poesía de Valente; poesía y vida. La poesía o el pensamiento situados en el centro de la vida, al igual que tantos tan grandes, al contrario que todos los mediocres. Una vida dedicada a la reflexión, al conocimiento y a l literatura; y siempre regida por la coherencia de una conciencia exigente, reacia a la demagogia y a las soluciones fáciles.
(Publicado en En Taquilla)
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