"SABLISTA ESCAPISTA"
ATALAYA DE LA VIDA HUMANA
sembrasen las primicias de su oficio,
tuvo mi juventud por padre al vicio,
y mi vida madrastra en la fortuna.
Pero cruel baldón me impuso el destino, no digo que inmerecido, pues me ornó con sanguíneo carácter. Una bilis negra que sabe a hiel, y que a fe mía, hiela el ánimo de mis semejantes.
No es de extrañar que mi confesor, el Padre Elorza, exclamase en venturosa jornada: "Hijo mío, pareciera que los Pecados Capitales se dictaron pensando en ti". De lo dicho hasta ahora se desprende que vanidoso soy, víctima también de la soberbia e iracundo hasta muy lejano extremo. No me libro, claro está, de la lujuria y menos de incontenible gula. Frecuento ventas y figones, amigo con venteros y maritornes, acuchillo el pellejo del vino, del que abuso, igual que de la pitanza, con poca o ninguna medida. Quizás, como excepción, nunca me gustaron los naipes y tampoco di muestras de pereza. Escaso bagaje, que apenas permite esbozar una menos que feble defensa.
Llegará el día, lo veo cercano, en que el Comendador, Convidado de Piedra, me pida cuentas. Reclamará justicia en nombre de cornudos y ofendidos, de abadesas y condesas. Allí pagaré, todas juntas, las consecuencias de mi fementida existencia. Lo haré con humildad, pero sin arrepentimiento. Cuando esté cayendo, inconfeso, al abismo donde habita el Averno, se oirá, oiréis, mi carcajada. Recordaré lo efímero de mi paso por éste mundo, Efímero, sí, pero también flamígero, oh llama del deseo que todavía hoy siento, dulcemente, como me quema.
En mi tumba, veréis este epitafio.
Fue buen español y regular cristiano,
mal padre y peor marido.
Fue buen amante y regular amigo,
mal compañero y peor enemigo.
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