El próximo domingo, 14 de febrero es la ceremonia de los Premios Goya de la Academia Española de Cine. Un día bonito, con sus connotaciones (que seguro no estarán ausentes de la gala), gala que será, como es el signo de los tiempos, fatua y autocomplaciente. Hoy en día todo ha de serlo, no puede haber el más mínimo atisbo de crítica (anteriormente autocrítica), humos corrosivo ni distancia irónica.
Hubo un tiempo en que no fue así. Si ven uds. Toby Dammit, una de los mediometrajes inspirados en las historia de Edgar A. Poe (disculpen la obsesión), y que fue rodado por Federico Fellini, verán que trata del actor famoso asqueado del mundillo cinematográfico. ¿Sería eso posible hoy en día? Lo dudo. Al igual que es dificilísimo una crítica periodística que señale la pobreza literaria o musical o cinematográfica.
Hoy en día dos palabras obstaculizan el paso: antipatriota y facha. Si alguien el domingo se atreviera a decir que el cine español está en estado comatoso por culpa de quienes viven de él, si alguien escribiera en los suplementos culturales que el 90% de los libros de poesía que se publican en España no valen nada, que de las novelas que se publican, el año que más suerte tenemos se salvan dos, ese que lo escribiera sería un antipatriota y un facha. (Y eso que estaría diciendo la verdad, pero…)
Lo dicho: la autocomplacencia ha sustituido a eso que la izquierda, engolada, denominaba la crítica cultural de la sociedad. Pero todo esfuerzo es poco y no hay abandono lo suficientemente doloroso cuando se trata de no ser ni antipatriota ni facha.
Aunque realmente no sé por qué me quejo si vivo en el mejor momento que nunca vio la sociedad española.
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