Hace algunos meses, pensando en la continuidad de este chiringuito –lo que hoy ya me parece imposible-, barrunté descolgarme con varias entradas sobre la Mafia. Empezar con los Beati Paoli y acabar con el acceso de Berlusconi al poder, lo que no es ajeno al asunto. Pero no será.
Hoy ya sólo me importa cumplir con el último compromiso que adquirí, lo que me lleva a escribir lo que leen. Curiosamente, que esto sea lo último que aportaré a la sábana no deja de tener relación con lo que habría sido la enjundia de mis proyectados textos mafiosos. Porque la Mafia se muestra en una envoltura de violencia descarnada, expresamente buscada aquélla por sus mandantes y cínicamente revestida ésta de fidelidad a principios sacrosantos por sus ejecutores. Pero lo realmente nuclear del comportamiento mafioso es la manipulación de las conciencias, la perversión de la palabra, la coacción sistemática, la intención de postración de los otros, el gobierno arbitrario y feroz según la ley no escrita, la extinción de cualquier traza de trato digno o la corrupción de los procedimientos. Todo un sistema de opresión destinado a garantizar el imperio de quienes nunca aceptarán la condición de iguales de los demás, a los que quieren sometidos y súbditos de su inmundicia moral, o guerreros de su cruzada malintencionada, o simples proveedores de su fortuna. Quienes no aceptan semejante bajeza, es decir, quienes no aceptan ser obedientes siervos o sicarios, son simplemente acosados hasta que se someten o hasta que acceden a emigrar. Caso de no surtir efecto, queda reservada la muerte pública: i morti ammazzati.
Y así es que yo me voy porque no quiero someterme a la mafia, a esta mafia de barrio hedionda que se ha dedicado a acosar a todo el que no le ha prestado apoyo, o expresado devoción, o admirado sin crítica. Porque ellos se sienten los señoritos y quieren ser quienes desde encima de su enano taburete cojo decidan más allá del bien y del mal, revistiendo su miseria de grandes protestas de dignidad, de fidelidad al rigor intelectual y de defensa de la cultura y el civismo. Una miserable impostura de catetos asilvestrados que no soportan que existan otros, que censuran como deleznable cuanto ignoran –que es mucho- y que adolecen de la más mínima estructura emocional para ser por sí mismos sin sojuzgar a los demás. Imagino que por motivos más o menos similares, otros antes que yo también se han ido. Al fin y al cabo, la mafia ha estado a punto de vencer y, en mi caso, ha vencido. Me despido hasta nunca. Les dejo con la mafia y me voy con la Mafia a otra parte. Queden con Dios.
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Eh, sin insultar, no entiendo a qué viene esta cascada de irritación, yo creo que lo estáis haciendo muy bien, que actuáis consecuentemente y sólo os pido que dejéis a un lado vuestra bondad y probéis por un momento el mal, a ver qué se siente, para conocerlo, porque todo conocimiento es bueno, ser malos por una vez y subirnos a cubierta a ver qué pasa, y si alguien vuelve a tener un comportamiento erroneo entonces otra vez para abajo, más o menos como el gobierno de Zpatero y ETA, todos estabais en contra de la negociación, pero se le dio a ETA una oportunidad y la ha rechazado, por lo que ahora ya saben todos a qué cartas juegan, ser como Zapatero, amnistia.