Bartleby: el concepto de "arte democrático" es largo de explicar y tedioso de exponer por escrito. Uno de sus atributos -y no es pequeña cosa- es que muchos ciudadanos pueden hacerlo si lo desean. Cuando yo era niño la clase de dibujo era obligatoria y aprendíamos a dibujar, en tan tiernos años, copiando láminas que iban en orden de dificultad creciente. También se daba dibujo técnico -para los jóvenes que no vivieron aquello: dibujo con escuadra, cartabón y compás-, con lo que la gente sabía, más o menos, expresar sus ideas de modo visual aunque sólo fuera para entenderse con el albañil o el carpintero al que iban a encargar un mueble. Algo parecido ocurría con la sintaxis: las clases de redacción eran obligatorias y bien orientadas. No hay que extrañarse de que nuestras madres y abuelas escribieran tan hermosas cartas o que los escritores de un tiempo tuvieran tal facilidad para poner, negro sobre blanco, lo que ahora se considera milagroso.
Un día los artistas rompedores, con Picasso y su vergüenza torera como lanza, asaltaron el poder y aplastaron definitivamente los usos anteriores. Yo viví esa conquista final en las aulas de BB.AA. Con gran habilidad nos trajeron lo que en otros países ya era costumbre: el arte moderno quedó homologado con la aspiración democrática (aunque el tirano aún viviese unos años) y el aprendizaje del oficio con lo facha, con la caspa, con la radical sospecha de que no se era un "sangre limpia" en plenitud.
Como he sido un tanto desconfiado con lo gregario seguí aprendiendo el oficio, por si acaso, y estoy muy agradecido a quienes me ayudaron con sus lecciones y experiencia. Fue años más tarde, con la mochila llena, cuando renuncié a él -aunque nunca del todo- y abracé la causa moderna.
Con el nuevo profesorado formado en esas mimbres era de cajón que la enseñanza del dibujo en los parvularios y escuelas sería pronto sustituido por esa pelota de sinsaberes que llaman "educación plástica" o cualquier eufemismo parecido que, en esencia, viene a ser -como en las modernas facultades de BB.AA- un "haz lo que te dé la gana que ya le pondremos nombre".
Podría parecer que todo se hace en nombre de unos ideales, -los democráticos, el usted también puede hacerlo aunque sea medio ciego y lisiado de ambas manos, no se deje acojonar, responda- pero hay una parte importantísima del asunto que es negocio y da mucho dinero. Mucho, en forma de exención de impuestos, que también es dinero.
La mayor parte de las grandes operaciones artístico-financieras tienen como cliente final al Estado. La habilidad consiste en que algo que, en puridad, vale muy poco acabe valiendo mucho a base de compras, ventas y subastas amañadas. Está muy bien descrito para entretenernos ahora en ello. Que seas capaz de colocarle al Estado (USA en éste caso) un Warhol que te costó doce mil dólares por varios cientos de millones a deducir de tus impuestos es una hazaña financiera de primer orden, tal vez una de las formas de estafa con guante blanco más perfectas y mejor elaboradas que se dan hoy en el mundo.
En fin, no es tema para un post. Hay tanto que se puede añadir que daría para muchas páginas. No se necesitan artistas, que son molestos porque viven toda una vida, a veces muy larga. Estamos en un mercado que consume bienes culturales a la velocidad de la moda, no tenemos por qué seguir la trayectoria de un artista a lo largo de su vida, a veces errática. Es bastante más sencillo crear las condiciones para que ese tipo de artista desaparezca y sea sustituido por el artista democrático, alguien que puede salir del subterráneo del metro.
Ya se ocuparán quienes saben hacerlo de que eso que produce valga mucho dinero y él se muera pronto, que es lo mejor para el negocio.
Jim Torok: Trenton Dayle Hancock, 2008
Jim Torok: David Brody, 1999
Jim Torok: Doble autorretrato, 2002
Sigo sin entender nada, por qué se ha mandado a todo a la sentina?