La muerte de Brian Jones, ahogado en su piscina, es uno de esos casos nunca aclarados suficientemente que cada cierto tiempo se ponen de moda. Generalmente, más por la aparición de tal o cual libro o película que por el interés real de la opinión pública en la aclaración del asunto.
Del último coletazo poco sabemos, básicamente que la policía de Sussex ha encontrado nuevas pruebas y las tiene que estudiar. Hace unos cinco años, salieron casi a la vez a la luz una película y un libro en el que un tal Thorogood aparecía como principal sospechoso. El individuo en cuestión era un albañil que trabajaba para Jones, con el que al parecer había discutido por el elevado precio de sus servicios. Hombre, dirá usted, las obras son incómodas, pero el desenlace se antoja excesivo. La clave del asunto estriba en que el currante había previamente trabajado para Keith Richards. Solapadamente, o no tanto, se venía a decir que había sido Richards (y quien dice Richards dice también Jagger) el que habría encargado a Thorogood que vigilara a Jones. Lógicamente, nadie se ha atrevido a decir que le encargaron que lo matara, esa es una conclusión que se deja en el aire para que la cabeza del lector fluya en su dirección.
Los hechos son poco claros: había una fiesta, eso parece casi seguro, pero ¿por qué invitar a tu fiesta al tipo con el que estás discutiendo el coste del tejado? Sin embargo, uno de quienes estuvieron presentes habría al parecer manifestado, muchos años después, que el propio Thorogood, en el lecho de muerte, reconoció ser el asesino. Lo cierto es que si atendemos al famoso qui prodest?, ni Richards ni Jagger resultan inductores creíbles de la muerte, puesto que ya se lo habían quitado de encima.
Del último coletazo poco sabemos, básicamente que la policía de Sussex ha encontrado nuevas pruebas y las tiene que estudiar. Hace unos cinco años, salieron casi a la vez a la luz una película y un libro en el que un tal Thorogood aparecía como principal sospechoso. El individuo en cuestión era un albañil que trabajaba para Jones, con el que al parecer había discutido por el elevado precio de sus servicios. Hombre, dirá usted, las obras son incómodas, pero el desenlace se antoja excesivo. La clave del asunto estriba en que el currante había previamente trabajado para Keith Richards. Solapadamente, o no tanto, se venía a decir que había sido Richards (y quien dice Richards dice también Jagger) el que habría encargado a Thorogood que vigilara a Jones. Lógicamente, nadie se ha atrevido a decir que le encargaron que lo matara, esa es una conclusión que se deja en el aire para que la cabeza del lector fluya en su dirección.
Los hechos son poco claros: había una fiesta, eso parece casi seguro, pero ¿por qué invitar a tu fiesta al tipo con el que estás discutiendo el coste del tejado? Sin embargo, uno de quienes estuvieron presentes habría al parecer manifestado, muchos años después, que el propio Thorogood, en el lecho de muerte, reconoció ser el asesino. Lo cierto es que si atendemos al famoso qui prodest?, ni Richards ni Jagger resultan inductores creíbles de la muerte, puesto que ya se lo habían quitado de encima.
Se ha dicho que estarían celosos de su mayor formación musical, por ejemplo, pero, siendo cierto que el binomio Richards-Jagger no ha sido nunca partidario de que nadie les hiciera sombra (véase cómo al dejar el grupo Mick Taylor eligieron al gitano Wood, siendo así que el casting incluía a Jeff Beck o el mismísimo Clapton), la verdad es que en aquel momento el dúo ya se había asentado como un gran compositor, mientras que Jones ni siquiera se atrevía a presentar sus propios temas, por considerarlos malos.
Otras tesis han hablado de suicidio. Jones, cuya vida fue al menos tan enrevesada como su muerte, estaría deprimido por su expulsión del grupo y por el abandono de su novia, la groupie Anita Pallenberg.
Ambas cosas tienen la ventaja de ser ciertas, pero no explican suficientemente el caso.
Por un lado, Brian había manifestado que la línea musical de la banda ya no le interesaba. Es posible que en realidad hubiera comprendido que la sociedad Richards-Jagger era demasiado fuerte y que su papel como compositor iba a ser inexistente y ello pudiera deprimirle. Es posible también que el hecho de que la Pallenberg le pusiera los cuernos con Keith aprovechando su mala salud (neumonía o sobredosis) no fuera en beneficio de su autoestima (el propio Richards dijo: “Le quité a su novia. Y arruiné todo para siempre. Nunca me perdonó por eso. No lo culpo.”), pero tampoco parece decisivo, al fin y al cabo era un caso de lo más normal, la propia Pallenberg se lió luego ( o casi a la vez) con Jagger, sin que Richards se cortara las venas y si creemos a la dulce Anita ella misma encontró juntos en la cama a Jones y Jagger en cierta ocasión.
Pero lo cierto es que Jones (como todos los demás) llevaba demasiado tiempo conviviendo con las drogas, sin necesidad de depresiones ni desengaños amorosos.
En este sentido, dicho sea de paso, tampoco creo digna de crédito la tesis según la cual los Stones habrían decidido sustituir a Brian por su estado de salud, por su brutal dependencia de opiáceos, barbitúricos y todo lo que pueda suponerse. ¿Keith Richards expulsando a Jones por su drogodependencia? ¿El mismo que dijo: no tuve problemas con las drogas, los problemas eran con la policía, echando a alguien en cara semejante circunstancia?
Más parece que las personalidades de unos y otros no congeniaban. Supongo que no por la vida poco recomendable de Jones (cinco hijos bastardos a los veintipocos), pero sí por su carácter, retorcido, neurótico y notoriamente paranoico.
La muerte natural, claro, no es descartable. Al fin y al cabo, el asma y la sobredosis no hacen buenas migas, pero es una explicación demasiado sencilla para imponerse.
Son ya cuarenta años sin Brian, pero su rastro es fácil de encontrar, basta con ir a las primeras canciones de los Stones y fijarse en esos sonidos extraños, poco habituales en el rock o en el blues de aquella época, brotados de instrumentos cuyo nombre desconocemos.
La guitarra slide en "No Expectations", el sitar en "Street Fighting Man, la marimba en "Under My Thumb” y "Yesterday's Papers", la flauta en "Ruby Tuesday", el dulcimer en "Lady Jane", o el melotrón en "She’s Like A Rainbow" son alguno de los mejores ejemplos.
Les dejo otro: buscado o no, casual o no, Jones parece apartado, recreándose en el sitar mientras los demás forman una banda de rhythm&blues.
(Escrito por Schultz)
Etiquetas: Schultz
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