Fabricio y Mauricio, sobre la crisis
23 de Abril de 2009 - 14:06:52 - Pío Moa
(Diálogos pastoriles divagatorios: viene del 17 de abril)
MAURICIO.- De acuerdo con eso, podría decirse que las políticas del PP y del PSOE han sido básicamente las mismas, por eso sus autonomías se parecen tanto. Y que todas han sido, en general, intervencionistas. Podría verse el número de funcionarios por cien habitantes en cada lugar, por ejemplo, además del gasto público, claro.
FABRICIO.- Aun así, Mauri, creo que no adelantaríamos mucho: en todos los países viene sucediendo lo mismos desde hace muchos años. El problema está en las categorías que se usan, es decir, consumo, ahorro e inversión. Son, me parece, categorías falsas. Para empezar, todo es consumo, o, si se prefiere, todo es inversión.
MAURICIO.- ¡Ahí va, la luz! Todos los economistas manejando esos conceptos para analizar la economía, y viene nuestro gran Fabricio, el hombre excepcional, y los echa por tierra...
FABRICIO.- Pero fíjate bien, mi buen Mauri, en lo que te decía: un homo oeconomicus es como una máquina o un animal doméstico. Vamos a ver, para que la máquina funcione tienes que aplicarle energía, por ejemplo energía eléctrica, o gasóleo, o lo que sea. Tienes también que gastar en repuestos, en lubricantes, en limpieza, en pagar reparaciones... Todo eso, ¿es consumo o es inversión? El hombre es igual, con la diferencia de que sus necesidades son mucho más amplias: por ejemplo, una máquina no parece tener vanidad, mientras que el ser humano la tiene en grandes cantidades, y por eso emplea tantos recursos en satisfacerla: adornos, joyas, lujos...
MAURICIO.- Pero eso pueden considerarse gastos inútiles o improductivos, Fabricio, o consumo inútil, puesto que no sirven para mantener la máquina humana en marcha, como serían la alimentación o el vestido.
FABRICIO.- Craso error, mi caro amigo. Imagina que una máquina necesitase expresiones de cariño y estímulo, halagos diciéndole lo buena que es, adornos, etc., porque si no, se negara a ponerse en marcha. Afortunadamente eso no sucede, pero en el caso del hombre sí, y tiene una enorme importancia: sin esas cosas, no funciona como es debido o incluso sabotea la producción. Por lo tanto, invertir en esas cosas es fundamental. Lo saben bien los publicitarios, que gastan tanto dinero en estimular la vanidad del posible cliente. Un anuncio de un coche nunca se extiende en los detalles técnicos de él: solo sugiere que te "mereces" una vida de lujo, viajes, tías, y todo eso. Y ese gasto, ¿es inversión o es consumo? Es un consumo, claro, porque la empresa se queda sin ese dinero; y es inversión, porque espera sacar de ahí mucho más, aunque puede ocurrir lo contrario.
MAURICIO ¡Menudo galimatías! Siempre entendí que el consumo es lo que gastan los particulares en satisfacer sus exigencias de... de consumo. Quiero decir, si te compras un traje, por ejemplo, lo apartas de la circulación económica, solo vale para ti.
FABRICIO.- Nada de eso. Lo que has pagado por él sigue estando en el circuito económico y, además, lo compras como inversión en ti mismo. El traje, o la comida, o la casa, te permiten seguir con tu trabajo de pastor más o menos a gusto; pero si pasaras hambre, estuvieras mal vestido, etc., quizá te comerías el ganado en vez de mantenerlo para negociar con él, que es lo que terminará pasando con Salicio como siga impidiendo pacer al ganado. Eso, ya lo dije, es tan inversión como quien compra una máquina y todos los lubricantes y demás. El particular invierte en sí mismo, el empresario en la máquina. Aun podríamos decir más: el empresario invierte en la máquina y en el operario de modo muy parecido. El salario podríamos concebirlo como el equivalente a los gastos de mantenimiento de la máquina, solo que de esos gastos se ocupa el operario, mientras que la máquina no puede ocuparse de sí misma. A un ordenador nadie le da dinero para que se mantenga en forma y rinda; al que maneja el ordenador en una oficina sí se le da dinero para eso, precisamente.
FELICIO.- En verdad, Salicio ha dejado de lado la zambomba y os escucha con la boca abierta, mientras sus ovejas pacen a gusto, tanto interés le que suscitan vuestras divagaciones.
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