René Petillon trascendió hace un par de años el mundillo de la historieta a causa de El Secreto del Velo, una aventura del detective Jack Palmer instigada en la sociedad islámica de París. El meollo de aquel revuelo no causó en mí más impacto que cualquier otro vericueto de actualidad que resulta soslayado de inmediato por la siguiente controversia. Pero sí que activó en mi memoria el recuerdo de un viejo álbum de Jack Palmer, reminiscencia de pubertad en la que un científico era perseguido por diversas mafias a causa de su gran hallazgo: una maquina que permitía al individuo dominar el propio cerebro. El Dr Supermarketstein, que así se llamaba, tenía su escondite en el interior de una gran roca marina con forma de muela. La Muela Picada. La idea es sugerente por posible. Tan posible como que tiene su versión real en el punto más meridional de la península. O si lo prefieren, en el extremo más oriental del Mediterráneo. Porque Gibraltar es una muela picada.
El interior del Peñón fue horadado por el ejército británico en los preparativos y desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Con los restos excavados sacaron material para construir el aeropuerto, una pista que cruza el istmo que comunica la Roca con España y que será objeto de una ampliación y modernización en virtud del acuerdo alcanzado por el Foro de Diálogo sobre Gibraltar. Las obras han sido adjudicadas a Dragados.
Volviendo a la caries, el Ministry of Defence excavó una veintena de kilómetros de galerías y túneles además de una planta superior dividida en almacenes de combustible, agua y alguna utilidad secreta. El alambicado refugio llegó a alojar a tropas de 18.000 hombres encomendados a proteger un enclave de alto valor estratégico.
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Tuve la suerte de visitar parte del entramado recientemente. Hay una mínima muestra abierta al pública en los recorridos tutísticos que se organizan a partir de la Cueva de San Miguel. Y existe esta otra ruta que no es tan accesible. En 1940 la población civil gibraltareña fue evacuada antes de comenzar las hostilidades en el Estrecho. El Peñón quedó como enclave aliado y hacia allí llegaron a dirigir sus bombardeos las fuerzas italianas que ya habían progresado por el Norte de África y enviaron aviones desde sus bases de Cerdeña. También atacaron fuerzas francesas desde un Marruecos que era territorio adherido a los propósitos de Vichy. Gibraltar fue protagonista de dos episodios de fuego amigo acontecidos durante la Guerra. Desde allí salieron las misiones que bombardearon la costa argelina, lugar en el que se habían asentado tropas francesas. Los ingleses les habían avisado en varias ocasiones sobre su necesidad de actuar. Se cansaron de esperar y en su ataque liquidaron efectivos aliados. Las fuerzas italianas, precisamente, se marcaron Gibraltar como objetivo. Por su forma y la disposición de sus defensas, la Roca constituía un buen refugio defensivo –España sabe bien de esto- y la respuesta antiaérea al fuego italiano la convertían en un inaccesible paraguas antiaéreo. El objetivo parecía imposible de conquistar de no ser porque al lado del muro de defensa seguían vislumbrándose luces poblacionales que revelaban un resquicio menos guarnecido, sin focos de
vigilancia. Allí bombardearon los italianos, esta vez con éxito, aunque con el inconveniente de que su ataque se había precipitado sobre la colindante ciudad de La Línea de la Concepción. Territorio amigo, pues no en vano se alojaban espías italianos en dicho término municipal. Y en frente de la parte occidental del Peñón, el ejército italiano había destripado un barco aceitero en cuyo interior colocaron dos torpedos. En intrépida misión, un militar cabalgó a lomos de cada uno con el objetivo de alcanzar el Peñón y volar efectivos enemigos. Pero los ingleses estaban prevenidos y habían colocado unas gruesas mallas metálicas a dos millas de la costa. Allí fueron a dar los torpedos humanos. El interior de la Roca conserva decenas de metros de la impenetrable red.
No sentó bien entre los franceses el ataque de fuego amigo antes referido, de modo que cuando el general Eisenhower tomó el mando en Gibraltar de las fuerzas que ejecutarían la operación Torch (1942), se decidió que los militares enviados desde el Peñón, de abrumadora mayoría británica, se vistiesen con uniformes estadounidenses para que una vez mezclados con los franceses no se produjeran susceptibilidades desaconsejables. La operación, ensayo del Desembarco de Normandía, se completó con éxito y sumó a las conquistas aliadas los territorios franceses del norte de África. En 1943 terminaron las hostilidades, una vez consumado el pulso norteafricano a favor de los aliados, y la base del Peñón pasó a desempeñar labores de suministro y abastecimiento.El paseo hoy por los intestinos de Gibraltar revela un asentamiento donde el ingenio prevalece incluso en las extravagancias. Desde los tubos de aire acondicionado –viento de levante- que cruzan algunos techos hasta la disposición de las bocas de los túneles en zigzag para prevenir que un eventual fuego enemigo convirtiese la Roca en una enorme y flamígera succión de cañón. Los barracones fueron construidos a imagen y semejanza de los empleados en otros destinos, destacando la particularidad de las ventanas. ¿Para qué en una cueva? Para prevenir o mitigar episodios de claustrofobia entre los guerreros. Los ingleses construyeron hasta cinco hospitales en su particular muela picada, instalaciones perfectamente alicatadas y habilitadas con sus respectivos quirófanos y hasta una sala de rayos-x. La energía era suministrada por mastodónticos generadores propulsados con motores que originalmente iban destinados a buques. Alimentada con gasoil, esta planta fue operativa hasta mediados de la década de los setenta. Un recorrido por sus pasarelas y maquinarias recuerda ineludiblemente a James Bond. No en vano entre el regimiento de 18.000 hombres que pobló el Peñón durante la guerra se encontraba un tal Ian Fleming.
Y durante años circuló la leyenda urbana de que entre esta elevación rocosa surgida de una colisión tectónica y formada por sedimentos marinos, los ingleses habían construido una cámara secreta en previsión de que las fuerzas del Eje tomaran el Peñón. Era la última respuesta a la Operación Félix, firmada por el propio Hitler y que hubiera consistido en la invasión de Gibraltar a través de España. El proyecto fue leyenda hasta que las exploraciones dieron con la susodicha cámara, un habitáculo aprovisionado con agua, víveres, una bicicleta con dinamo generador y un aparato de transmisión. La ventana estaba abierta de tal modo que era inapreciable desde el exterior. Ocuparían la sala un médico y cuatro expertos en supervivencia que se encargarían de transmitir información sobre los movimientos del invasor. Los detalles del proyecto y misión fueron desclasificados en 2006.La planta alta del Peñón horadado, ahora aljibe, fue primero polvorín. Y una parte significativa del peculiar recinto sigue plenamente operativa, alojando actividad a pie y en vehículos. Toda la zona es empleada regularmente para ejercicios militares. Son maniobras especialmente divertidas para quien conoce el terreno, incluso un tramo en el que aún de forma inexplicable se funden las linternas y se paran los motores de los jeeps. Transcurridos dos tercios del recorrido –un par de horas-, el itinerario enfila un haz de luz, el primero en aparecer tras varios kilómetros de pasillos, grutas, cuestas, naves e incluso explanadas –uno de los ‘habitáculos’ supera la superficie del terreno de juego del Camp Nou- . Perdida la orientación, sorprende encontrarse en el extremo opuesto de donde se entró, con una espléndida vista de la zona de levante del Peñón. Justo encima del cementerio judío que antecede a la pista del aeropuerto y a la franja de litoral español que empieza en La Línea y conduce a la Costa del Sol.En el pequeño balcón hay inscripciones de varias décadas atrás, nombres de soldados y fechas emblemáticas de personas inmersas en una coyuntura de heroicidad, miseria, nostalgia y desapego. El contraste de la luz tras la penumbra anterior aturde todos los sentidos. Pronto será agosto, cuando la bruma de los días de levante penetra en los túneles y sumerge el interior de la Roca en una apariencia fantasmal. El pintoresco halo de misterio tan propio de este viejo nicho de piratas, asidero de sefardíes, retiro dorado de lores y encrucijada general de gentes venidas de cualquier isla o religión afincada en el Mediterráneo. Esta semana hay un equipo de la Universidad de Cambridge estudiando los restos que dejó la población neandertal.
(Escrito por Sickofitall)
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La grandeza del pueblo catalán se ve plasmada en la Val d'Aran donde el occitano (Aranés) es lengua vehicular en la enseñanza desde el año 1984. A ningún catalán residente alli se le ha ocurrido reivindicar el sacrosanto derecho a escolarizar su hijo en la lengua oficial de Catalunya.
¡Qué cosas!