Habíamos recomendado en la anterior entrega un libro sobre Barcelona. Pero el que está de moda (ver Querido J, en Arcadiblog) es otro, que no leeré. Parece que se trata de las memorias de un apócope sobre una ciudad que entonces, sí, nos deslumbraba a todos los periféricos y en la que todos acabamos viviendo algunos años. Una ciudad chanante.
Un lugar también, más que un club, que generó inmensas filio-fobias intelectuales y físicas. Pero de las que sólo nos interesan según el protagonista escogido. Si en lugar de aquel personaje, ahora tan mediático, nos fijamos, hoy un diciembre invernal como cuando en el lejano 91 publicó su último artículo, en su compañero sentimental de esos tiempos, podríamos acompañar como homenaje basilisco esta pequeña reseña y comparar así bagajes.
“Vine a Barcelona pensando y amando a la última ciudad cosmopolita que parecía quedar aún en Europa, (…) y veo una Barcelona cada vez más provinciana“.
Y para más inri:
“Yo, a una persona a la que respeto mucho aunque no estoy de acuerdo con su decisión de aceptar el sillón de la Academia es a Julio Caro Baroja. Exceptuando a Gustavo Bueno, a Eugenio Trías --con el que en otra época también me metí-- y a mi amigo Juan Cueto, no respeto a mucha gente más”.
Por ello fue dejando, él y su heterónima, todo un reguero de damnificados (que hoy se considerarían víctimas). Su bestia negra fue Savater.
Veamos parte de la bibliografía si queremos que esta novela se convierta en historia.
*Noviembre 1978. El viejo topo, n° 26 [último número en que aparecen los nombres de Alberto Cardín (y de Federico Jiménez Losantos) entre los «Redactores y colaboradores» de la revista]
En una entrevista por J. E. Ayala y Joan Estruch a Félix de Azúa, se pone en boca de este: «Este tipo de lanzamientos ahora ya no tiene ningún sentido. Por ejemplo, el grupo de Cardín, que a través de la colección Ucronía pretende constituirse en grupo homogéneo y distinto. En realidad, no hay grupo, lo único que tienen en común es que son muy académicos, repiten esquemas de los años 68-70. Para nosotros, Tel Quel y derivados, Lacan y derivados son pura academia, no es vanguardia, sino todo lo contrario, conservadurismo extremo. Lo suyo es literatura de caballete, hay en ella una especie de idioma, de slang que se domina leyendo unos cuantos breviarios sobre Lacan y cuatro fantasmas más que cualquier estudiante de periodismo puede utilizar y entrar así en la academia moderna. En un Viejo Topo había una entrevista de Cardín con Gustavo Bueno, en la que decía que Bueno era el único filósofo del país que le interesaba. Decir eso es, cuando menos, candoroso, de una ingenuidad (…)».
*Enero 1979. El viejo topo, n° 28,
«Precisiones a Félix de Azua», en págs. 72-73. «... en cuanto al 'candor' que me atribuye el señor Azúa por mi exclusivo interés filosófico en Gustavo Bueno, debe ser sin duda su afasia que le hace confundir no sólo lenguajes, sino campos y objetos, la que le confiere competencia para decidir en el terreno filosófico. No sé cuales puedan ser los filósofos favoritos del señor Azúa, aunque los supongo. De lo que estoy convencido es de que no sabe, ni qué es filosofía, ni en qué sentido implicaba yo mi atribución exclusiva al señor Bueno. Sería recomendable que volviera sus estudios --y no sólo sus lejanos oídos-- a una Jena, de la que sólo conoce el prestigio, para aprender lo que en verdad pueda ser la filosofía. Tenga, por otro lado, cuidado con sus lapsus, que el inconsciente cuando se le minimiza toma terribles venganzas: pues da la casualidad que lo que él me adjudica sobre Gustavo Bueno, no lo dije en la entrevista a que él hace referencia, sino en otra que Cristina Gatell me hizo a mí mismo en Mundo Diario (29.7.78), donde casualmente me mostraba medianamente despectivo con el señor Azúa: ¿venganza inconsciente, lapsus, retorno de lo reprimido, o mera ignorancia, por no decir estulticia? (...)».
*Marzo 1979. Diwan, n° 4 [«Director: Federico Jiménez Losantos, Secretario de Redacción: Alberto Cardín, Diwan: Ramblas 98, 4° A, Barcelona»]
«Desolado collado, mustia letra» [sobre E. Trías, al que llama 'Kakgenio Trías'] (págs. 191-192),
«¡Pero qué gran lector eres, Savater!» (págs. 199-201),
«Veneranda Cuauhtemoc, par elle-même» (págs. 211-213),
«Égloga de Argirio y Susomorfo» (págs. 216-218),
«Romero se despepita o ¿por qué se mete un columnista como tú en camisa de once varas?» [firmado por V. C.] (págs. 225-226).
*Septiembre 1979. La Bañera, n° 4 [Alberto Cardín coordinador, como en el n° 3]
Entre otros textos firmados con pseudónimos como Veneranda Cuauhtemoc o sin firmar (incluido el editorial, «Con la Iglesia hemos topado», sobre el ataque de los savatermitas):
«Maruja Torres recuperada de los golpes de Dallesandro» (pág. 12),
«La crónica de Veneranda Cuauhtemoc: A Encarnita, con amor» (pág. 27);
«El villano en su rincón: querida amiga Savatermita» (pág. 29).
*Enero 1980. Ajoblanco, n° 5
«Savater, chica de alterne».
*Enero 1981.
Diwan, n° 10 [Cardín ya no figura en el consejo de redacción de la revista]
«Intermezzo» [fechado en Barcelona, 18.12.80] (127-131):
«Yo querría en este momento olvidarme por completo de mi contencioso con Federico Jiménez sobre el destino de Diwan, (…) revista que constituyó mi mejor ilusión para seguir escribiendo en los dos últimos años. Si no lo hago del todo es porque me creo obligado a formalizar esta ruptura (...). Es cierto que desde que la nueva orientación de la revista se planteó y yo, en desacuerdo con ella, me orillé, no me he privado de insultar personalmente a Federico Jiménez, si bien ni tanto como cabalmente debiera, ni puede que tanto como él mismo quisiera (y digo esto por ciertas noticias que por amigos comunes me llegaron sobre diversas consideraciones de sus partes pudendas que yo pensaba hacer, en octavillas, se ve, porque no disponía yo por entonces de otro medio donde hacerlas públicas, siendo como era Diwan, y por causa de Diwan, el único lugar donde, desaparecidos Ajoblanco y La Bañera, y expulsado de El País yo podía decir algo público) (...). Debo decir, en honor de la verdad, que de no ser por la ambición social de Federico Jiménez, ni Revista de Literatura ni Diwan hubieran visto la luz, ni seguramente hubiera yo comenzado nunca a escribir --a escribir para hacer público, se entiende-- pero debo subrayar también que, de no ser por mi obsesividad y mi sentido paranoico de la lucha cultural, Diwan no hubiera podido tener continuidad (...). Diwan tenía que morir a su vida anterior para renacer a una nueva: sin otrosí, sin reseñas virulentas, sin mandobles a pie de página, todos estos aspectos molestos (...)».
Para terminar, hay aún un inédito:
*Marzo 1985. «Elogio encendido de Fernando Savater».
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