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11 agosto 2007
Jeremy Gepetto

La mañana veraniega de Manhattan es bulliciosa, a ratos caótica. Jeremy se ha bajado del metro en la estación de la Quinta Avenida y ha entrado en esa cafetería de la calle 42 situada frente a la NY Public Library, donde los dueños son sus amigos. Tras saludarlos se ha sentado en su mesa favorita, desde la que ve los árboles y los gorriones y palomas de Bryant Park, y se ha puesto a escribir en su portátil. Tiene cincuenta y dos años, está soltero y solo en la vida, duerme en una habitación alquilada en Brooklyn, pero desde muy temprano está en Manhattan, que lo inspira. Nomadea entre varios establecimientos en los que es bien acogido, y se sienta en un banco del Bryant Park cuando hace buen tiempo y su portátil tiene suficiente batería. Escribe y escribe, algunos días con más inspiración que otros. Por la tarde trabaja en la cocina de un burger, hasta las diez de la noche, y no le pesa, porque aunque nació en una pequeña ciudad de Kansas, ama Nueva York.

Jeremy es novelista. Desde muy joven quiso seguir la gloriosa tradición de los grandes narradores americanos: Poe, Melville, London, Faulkner, Steinbeck, Dos Passos, Mailer, tantos otros. Hace ya muchos años, sonríe ahora al calcular cuántos, consiguió publicar una novela, pero sin mucho éxito, por lo que pronto fue olvidado. Sin embargo no se ha rendido, y sigue trabajando con tesón en la que espera que sea su novela definitiva.

Sorprendentemente, su referencia intelectual y moral es Gepetto, el padre de Pinocho. Como él, Jeremy tiene el pelo de un blanco precoz y crespo, que se peina revuelto y con raya, y se ha dejado un mostacho espeso, blanco también como la nieve. Jeremy cree que, al igual que Gepetto, un novelista no es sino un constructor de juguetes, capaces, algunos, de llegar a vivir por sí mismos.

Los juguetes son cosa de niños, que juegan para divertirse pero a la vez aprenden. Jeremy piensa que en este sentido divertido del aprendizaje está la clave del lector de novelas. Pero ¿qué puede aprenderse allí? Pues mucho acerca del vivir, esa asignatura pendiente hasta el mismo momento en que te mueres. Y no se aprende en las novelas por las instrucciones que nos transmiten, sino por el palpitar que hay en ellas.

¿Quién lee novelas? Gente juguetona, imaginativa, capaz de entretenerse con y construir sueños sobre un montón de palabras escritas. Las novelas fueron en otros tiempos los juguetes típicos de los jóvenes, esos humanos que empiezan a desprenderse de su niñez cuando caen en la cuenta de que, en lo que les queda de vida, van a estar cada día un poco más solos frente a sí mismos. Todavía hay, afortunadamente, adultos que persisten en leerlas, como los hay que siguen jugando con muñecos. El mismo Jeremy lo hace; tiene un bolígrafo en su mesilla de noche con el que fantasea un ratito todas las noches, justo antes de dormirse. Tendido en la cama, lo mueve ante sus ojos y se le transmuta en muchas cosas; a veces es un bombardero pesado, un B52 flamígero, que arroja bombas en nombre de las víctimas; otras es un barco que navega hacia donde se terminan los océanos y el mundo, o es Batman, o Blancanieves, o el mismo Jeremy, haciendo justicia o corriendo aventuras.

Ve todos los días a mucha gente de Nueva York precipitándose en el estanque inmenso del realismo y el sentido común. Esa caída es como la cascada artificial que anima el inmenso hall ajardinado del centro comercial fantasmagórico en el que se desarrollan sus vidas. Para muchos ciudadanos, hacerse adultos es instalarse por fin en los convencionalismos, olvidarse de la capacidad de soñar mundos y vidas distintos. La gran ciudad necesita gente así para seguir funcionando. Esclavos, criados obedientes, no necesariamente de amos humanos, pues a menudo lo son simplemente de sus propias ambiciones. La gran ciudad necesita seriedad, precisión, garantías, orden. Y sin embargo, los largos viajes cotidianos de ida y vuelta en el metro entre Brooklyn y Manhattan le parecen a Jeremy siempre nuevos y apasionantes, algunas de las miradas con que se tropieza allí le permiten mantener vivas sus esperanzas de que seguirá habiendo gente suficientemente insensata como para leer novelas.

Piensa mucho en su Pinocho, a veces hasta sueña con él, ese novelón que llegará a terminar alguna vez y cobrará entonces vida propia, iniciando, libre ya de Jeremy Gepetto, su propia aventura extraordinaria por entre la gente y el tiempo. Con el empujón misterioso de un hada buena, hasta será capaz de ayudar a algunos de los que lo lean a estar un poco más alegres, o más lúcidos, que da lo mismo. En verdad, Jeremy está muy interesado en lo que hace. De hecho, aunque parezca absurdo, hasta llega a sentirse, algunos días, serenamente feliz.

●●

Adenda: con este cuentecito me despido por una temporada del querido Nick Journal y de los amigos que dejo en él. Conviene cambiar de aires alguna que otra vez. Pero espero volver.

(Escrito por Olo)

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[0] Editado por Bartleby a las 9:00:00 | Todos los comentarios // Año IV



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Escrito por: Blogger Unknown - 12 de agosto de 2007, 2:29:00 CEST

Es más, si uno tienen que salir y te toca guardia en el nickjournal, pues nada te llevas a los amigos a un cibercafe para que se tomen lo que quieran mientras tú estás ahí al pie del cañon, en este caso del ordenador, cumpliendo con tu deber.

 

Escrito por: Anonymous Anónimo - 12 de agosto de 2007, 2:30:00 CEST

Exactamente.

 

Escrito por: Anonymous Anónimo - 12 de agosto de 2007, 2:32:00 CEST

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

 

Escrito por: Blogger Unknown - 12 de agosto de 2007, 2:33:00 CEST

[200] Escrito por: Faustine de Morel - 12 de agosto de 2007 2:29

Es que, mire qué final. Ni Escarlata lo hubiese dicho mejor:

[2495] Escrito por: Clonclón (subliminal) - 10 Julio
2006 04:50 PM

Aquí estaré, yo solo. Perpetuo centinela de este imperio
que agoniza. Yo sólo, brazil, yo solo. Que llueva sobre
mi tristeza, que el viento arrastre mis lágrimas, que la
noche fría envuelva mi figura solitaria. Yo seguiré
aquí, imperturbable, solo, siempre solo, sin necesidad
de mimitos, brazil, de nadie.
------
Elegía del clonclón solitario. O del tresjulismo que agoniza.

 

Escrito por: Anonymous Anónimo - 12 de agosto de 2007, 2:35:00 CEST

[200] (Ya me auto-cito y regur-gito. Y todo)

Fíjese si será, que lo leo y me entran unas ganas terribles de irme para allá, y quedarme. Y como una Faustine de verdad y de las que ya no quedan plantarme allá, sentada a la orillita de lo que sea aquello, y leerles de principio a fin una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Leyendo aunque vengan otros a sentarse a mi lado. Yo leyendo. Aunque me juren amor eterno, yo leyendo. De principio a fin leyendo.

Y yo lo hago.

 

Escrito por: Blogger Unknown - 12 de agosto de 2007, 2:40:00 CEST

¿Ha encontrado algún tunel del tiempo, algún pasadizo escondido que la lleve al tres de julio aquel?

 

Escrito por: Anonymous Anónimo - 12 de agosto de 2007, 2:41:00 CEST

Escrito por: Blogger Unknown - 12 de agosto de 2007, 2:45:00 CEST

Vaya si lo encontró. ¿Se lo ha leído todo? Quiero decir, los cinco mil y pico posts.

 

Escrito por: Anonymous Anónimo - 12 de agosto de 2007, 2:47:00 CEST

Sí. Con piolets y todo el equipo, sí. Y ahora que les tengo a todos medio-observados, medio-pincelados, disfrutando una barbaridad.

 

Escrito por: Blogger Unknown - 12 de agosto de 2007, 2:49:00 CEST

Ahora sí que disfrutará de una buena visión de conjunto de la fauna del nickjournal.

 

Escrito por: Anonymous Anónimo - 12 de agosto de 2007, 2:54:00 CEST

Cierto. Y no preveo cansarme en breve.

Voy a retirarme ya, pero déjeme antes que le agradezca la compañía, schelling. Bona nit, :-)

 

Escrito por: Blogger Unknown - 12 de agosto de 2007, 2:55:00 CEST

Gracias a ud., faustine. Buenas noches.

 

Escrito por: Blogger Unknown - 12 de agosto de 2007, 2:59:00 CEST

Veremos si la prensa de mañana trae alguna eco del concierto de banda bassotti. Apuesto a que no y el asunto pasará como si nada. Como pasan tantas cosas en este país.

 

Escrito por: Anonymous Anónimo - 12 de noviembre de 2007, 18:38:00 CET

la verdad es que me importa un soberano huevo

 
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