-Oye, que no me molestáis si os servís una o dos cucharadas de ponche, no seáis tímidos
-Francamente, no nos hace mucha ilusión bebernos el baño donde está chapoteando una rana, aunque sea la divina Heket.
-Qué tiquismiquis, si hasta Cleopatra vendía la leche de burra que había usado en su bañera, no se que tiene de malo reciclar mi spa de fruta
-Dejémoslo en que no nos apetece la infusión de batracio como bebida de moda para el verano. Hoy queríamos hablar de los integristas y extremistas.
-Hablemos pues, pero puesto que el tema es complejo tendremos que optar por la disección paulatina. Primero, el sustrato, sin el cual las ideologías más brillantes son arrastradas por el viento. Ya apuntamos una masa crítica de bajísimo nivel adquisitivo, francamente pobre (claramente miserable) y sin un horizonte visible de mejora. Un porcentaje apreciable son emigrantes de las zonas rurales que se han trasladado a las ciudades, que han crecido de forma caótica y más parecen campamentos de refugiados estables que núcleos urbanos en muchos casos. Ni los servicios sociales ni las ofertas de trabajo alcanzan a una gran mayoría de estos desplazados, que sobreviven como pueden gracias a la red de solidaridad entre familias, amigos y las versiones musulmanas de Cáritas. En los armarios de las mezquitas se guardan no solo libros religiosos, sino medicinas, lápices, ropa, leche en polvo y hasta rollos de tela para facilitar sudarios con que enterrar a los muertos cuando ni para eso tienen los parientes. Ya comentamos que en los países musulmanes el ciudadano típico procura estar lo mas lejos posible del Estado, y que la base religiosa del Islam apoya una actitud pesimista hacia la política; de esta actitud se deriva una sumisión callada ante los gobernantes. Es que ni siquiera se atreven a protestar, no sea que los jefazos se enteren y al final lo único que se consiga sea aumentar la carga total de miseria humana, sobre todo en forma de impuestos exorbitantes.
-Voy a añadir un poco de gasolina a la barbacoa, para que se anime el tema. Apuntemos que esta sociedad agraria trasplantada a los suburbios es muy conservadora, patriarcal y machista sin reparos. La vida en casas pequeñas repletas de gente sin espacio vital, la anulación de cualquier tipo de presencia de la mujer fuera de casa (en la cual se la confina o, si sale, será velada y borrosa), su tratamiento como una eterna menor de edad que debe ser protegida de sí misma, la circunscripción de un mundo femenino oculto paralelo al masculino público conlleva una frecuencia habitual de incestos, un tema que se oculta entre el silencio y la vergüenza. Tan hiriente y escondido como la ablación del clítoris, que aunque se cree (incluso por parte de ulemas cerriles, hay que ver los argumentos que usan) de tradición islámica, en realidad es un uso de los pueblos del Alto Nilo y centro de Africa desde tiempos arcaicos.
-Aunque al parecer no es verdad que los antiguos egipcios lo practicaran , ya que no se ha encontrado ninguna momia con dicha amputación. Otros ulemas con gran prestigio como el Muftí de Egipto, el jeque Ali Gomaa, lo han declarado ilícito, ya veremos el caso que le hacen. Esas mismas mujeres de ambiente tribal incluso en la ciudad, mientras se mantienen en un estado de ignorancia y dependencia, sin derechos ni recursos, se sienten seguras en lo que conocen, por dañino y bestial que sea. Las costumbres inmutables de la tribu o el poblado, los usos indiscutidos, son mas cómodos que lo desconocido. Pero las mujeres, poco a poco, van aprendiendo, se hacen urbanas, y empiezan a patalear y a negarse, a confesar que el tío Abdul la tocaba a la hora de la siesta o a exigir el derecho a trabajar y ganarse el pan, aunque para ello tengan que ponerse un velo en la cabeza (y esquivar mas de una pedrada), con el apoyo de algunos líderes religiosos que se enfrentan a sus propios correligionarios.
Ante esto, los hombres, acostumbrados a ser los que llevan la voz cantante y el sueldo a casa y a firmar los papeles, reaccionan con demostraciones de arrogancia y discursos antifeministas estentóreos, ridículos como los cacareos de un pollo a medio emplumar, aunque en casa agachen la cabeza con mansedumbre y se traguen sus bravatas de café (y shisha), e incluso confiesen en un arrebato de sinceridad que prefieren con mucho disfrutar de su mujercita entera y mimosa con la cual compartir, gozar, reír y criar unos hijos a los que adoran. No todos, claro, que muchos de ellos vuelven a cenar con la cabeza recalentada y la emprenden con su mujer por un plato de hummus mal sazonado. Las regulaciones de los ulemas sobre los castigos físicos que puede recibir una mujer a manos de su marido son límites no traspasables y que intentan disminuir o encauzar la brutalidad de un sistema social nomádico preislámico que permitía el asesinato de la esposa a cambio de unas cuantas cabras pagadas al suegro.
-Los hay que juran y perjuran que de toda esta invisibilización de la mujer tiene la culpa la colonización occidental, que fomentó el acoso de las mujeres aborígenes y ante lo cual estas optaron por desaparecer socialmente.
-Uno de los bonitos mitos sociales que rumian muchos musulmanes: la culpa de todo la tienen los occidentales por colonizarnos, sin ellos esto sería el Paraíso de los Fieles. Pues en este punto (ya iremos saneando otros) hay que negarlo con firmeza. El estado y el papel de las mujeres musulmanas frente a la ley y en la sociedad ha sido definido hasta ahora por un pasado patriarcal y una élite religiosa masculina, no por las vejaciones de los extranjeros. Las mujeres, en tanto que pilares culturales, son el objetivo a conquistar (controlar y dominar) en todas las guerras de religión, asimiladas a puntos estratégicos. A veces agentes del cambio (hacia el lado que interese a los estrategas) y casi siempre víctimas mas o menos conscientes. Cuando el Sha Palevi les quitó el velo a la fuerza a las iraníes en 1936, solo una clase alta muy delimitada se benefició de ello; para el resto de las mujeres, fue un hecho traumático, impuesto sin pies ni cabeza, y que no estuvo acompañado de las reformas verdaderamente necesarias. El régimen y los dirigentes siguieron apoyando los valores y actitudes patriarcales (no solo del estamento religioso) para los cuales las mujeres eran muñequitas frívolas y personas de segunda clase. La revolución iraní con sus mujeres clamando por conservar el velo sorprendió a Europa, que no comprendía porque unas mujeres aparentemente “liberadas” exigían volver a llevar los símbolos de la “opresión”: nadie quiso reconoce en voz alta que la represión nunca había cesado, que los machos dominantes le habían obligado a descubrirse y ellas se negaban a dejarse manejar, que solo buscaban conciliar la imagen “oficial” con la realidad de su entorno, de la misma manera que muchas adolescentes se enfrentan a al autoridad paterna haciendo justo lo contrario de lo que se les ordena, sea cual sea la orden. Cuando se dieron cuenta de que los melismas hipnotizantes del “os trataremos como a reinas” que entonaban los integristas escondían la lobotomía selectiva, ya era demasiado tarde, y no a todas les pareció mal. Hay un atractivo oscuro en la negación y abandono del propio ser, en la condición aceptada de mujer-objeto, que ni es responsable ni quiere el control de su vida, el terror a la libertad o el instinto de muerte, la disolución en la nada. Y mira que buscando figuras femeninas que hayan sido de rompe y rasga en la vida pública del Islam no faltan ejemplos. Aunque eso si, tendremos que retroceder hasta el periodo Omeya y tal vez Abásida inicial. Ahí si encontraremos mujeres de estado, comandantes de tropas, poetas, músicos… Lo que ya se hace mas difícil es determinar si estas abanderadas eran cúspides o excepciones, si había continuidad entre ellas y el resto de las mujeres o estaban separadas por una brecha insalvable.
-También en épocas anteriores hubo mujeres europeas con relevancia, desde una Doña Urraca de armas tomar a una Beatriz Galindo de importantes responsabilidades, pasando por Sor Juana Ines de la Cruz, Maria Teresa Alvarez, o cualquiera de las mujeres que se subieron a un navío y se fueron a hacer de Adelantadas, virreinas o colonizadoras en la Indias. A ver que tenía doña Mencia Calderón (y como ella sus ochenta compañeras) que envidiar en redaños a ningún Narváez o Cortes. Aun así, deducir que el resto de mujer de su época tenían similares privilegios o que vivían con la misma libertad es una falacia. Lo que parece es que nos hemos atascado en el tema de la mujer en la sociedad islámica, que tal vez sea un tanto lateral en el tema del día.
-De lateral nada, el desarrollo de los países del tercer mundo será el desarrollo de sus mujeres o no será. Y no solo de unas pocas privilegiadas exhibidas como excusas para justificar lo injustificable sino el de las clases medias y bajas, los que siempre pagan el pato y el plato. De nada me vale una mujer ministra si el resto de las paisanas mueren de hambre y palizas en las casas, o les prohíben andar por la calle, conducir un coche, acceder a un empleo, decidir sobre sus ahorros, elegir a sus maridos, educar a su hijos…
-Pasemos al siguiente punto, si te parece adecuado.
-La mentalidad musulmana también tiene otros aspectos que aliñan el guisote. Es un dogma de ideario que la rapidísima expansión y esplendor de los inicios del Islam es una prueba de la providencia de Dios, y que a partir de ahí todo ha sido decadencia tortuosa e inevitable. Los más conservadores aseguran que desde el año 660, tras el asesinato de Alí, andan de mal en peor. Los más ortodoxos aun retroceden más, y a partir del segundo califa ya dan por iniciada la cuesta abajo. Cuando llegan los mongoles en 1258 y meten sus poneys en el palacio de Al-Rihainiyyin es la debacle, el despeñamiento. Bueno, sí, acabaron convirtiendo a sus invasores, aunque los árabes siempre los tuvieron por conversos poco serios, y ni la expansión del Islam por Asia ni la fuerza de los kanatos les compensaba el desastre (aparte de que no dejaron de sufrir sustos con sus ahora correligionarios, véase los paseíllos de Tamerlán por Bagdag emulando al abuelo. Por cierto, el primero que convoca la considera la jihad (el esfuerzo, la lucha, sin especificación del ámbito) contra idólatras paganos y sobre todo los malos musulmanes es Ibn Taymiyya, que había salido por piernas delante de los mongoles a su entrada en Damasco (digamos que les tenía cierta manía personal), y además se empeñan en colocar la Sharia por debajo de la Yasa, la ley de Genghis Khan, que para eso es la que les recopiló su jefe, que es el que les ha sacado de las yurtas en las estepas del Gobi y los ha llevado hasta allí. Todo el esplendor del imperio otomano se ve como una imposición sobre los auténticos herederos, los árabes. Y es que eso de la universalidad de la Umma y la igualdad de todos los musulmanes… sí pero no, que la teoría suena muy bien, pero turcos eran los que mandaban y no árabes como hasta entonces. Total, que era inevitable que los colonizaran los occidentales, puesto que los otomanos los habían dejando a los pies de los caballos con su corrupción y mala sangre, carcomido de arriba abajo el poderoso imperio, ahora solo carroña extendida por África y Asia. Esta visión determinista no solo estaba apoyada por escritores europeos como Spengler, Toynbee y Bernard Lewis, sino exhibida cual llaga supurante por los mismos árabes (por ejemplo el Imán Jomeini), que justificaban así la colonización de sus tierras contagiadas de la corrupción de sus malos gobernantes.
-El concepto de evolución de las sociedades no lo tienen muy claro por lo que veo en aquellas latitudes.
-No ya eso, sino que para los orientales el concepto de tiempo y trascendencia no es el mismo que para los occidentales. El pasado no es algo que queda atrás (bueno o malo), sino que una vez sucedido permanece en el imaginario colectivo tan real como el presente. La Edad de Oro del Islam no es algo que disfrutaron sus antepasados, sino que está vivo en el mundo actual musulmán, sigue afectando a los descendientes de una forma directa no demasiado comprensible para Occidente. Como en un Aleph de Borges, los mongoles siguen entrando a cuchillo desenfundado en las calles de Alepo, el califa Omar Ibn Al Jattab sigue pasando su manto remendado y gobernando con dulzura, y los ejércitos imperiales se dan de bofetadas en los arrabales de Viena. Como es posible, se preguntan asombrados, que nosotros, los elegidos, los que tuvimos el mundo ante nosotros y bajo nuestros pies, hayamos llegado a esto, a ser sobrepasados por aquellos que un día teníamos como periféricos ruidosos y a los cuales catalogamos de asnos comedores de miel silvestre. Si Dios nos ha reducido a ser una sombra de lo que éramos, por algo será, algo hemos hecho mal. Debemos, como nos dicen nuestros ulemas desde el principio de los tiempos (todos los tiempos, un único tiempo, el tiempo del Corán), renovar nuestra sociedad, transformarnos; cada cien años reformamos a fondo para que todo siga igual, ya es hora de sacudir alfombras y pintar las paredes de la casa, sobrenadar el reflujo de los acontecimientos para volver a la orilla. Retornar a ese estado de poder y gloria que disfrutamos como recompensa divina. Un estudioso ha llegado a denominarlo el “Síndrome de Andalus”: la neurosis social de lamento y nostalgia por el pasado irreal e idealizado que está muerto pero no enterrado, el miedo a un futuro poco claro que aun está por nacer, un presente de injusticia, pérdida aguda, crueldad ciega del mundo y el entorno. Refugiados en un tiempo mítico que nunca fue como lo quieren soñar, y que en realidad tal vez sea solo la propia infancia transfigurada, pero que al recobrar se apropian como si fueran ellos personalmente los que escribieron tratados matemáticos, manejaron el astrolabio, mandaban a los visires y levantaron la Alhambra. Nada que ver con la cotidianeidad de sus vidas misérrimas y tórpidas.
-Eso de la bonita y falsa imagen de Al-Andalus como paraíso perdido de armonía inenarrable no afecta solo a los musulmanes, será que la fantasía buenista es contagiosa. Esto empieza a parecer la Historia Interminable: ya vamos por los cuatro folios y aun no hemos acabado con el sustrato.
-Sigamos apuntando: la tendencia a la occidentalización de las sociedades musulmanas creó una fisura social que cada vez es mas ancha. Por un lado, la élite minoritaria, moderna y con dinero (y sobre todo influencia), y por otra parte una masa educada solo en una tradición islámica. La lucha de culturas, aptitudes y valores está desgarrando la sociedad y provoca una crisis de identidad en la cuales ambos grupos están atrapados. El modernismo islámico, el movimiento vitalizador que debía meter a los países musulmanes de nuevo en la Historia y no en su desván, incluso recreando un nuevo lenguaje árabe que permitiera la evolución del clásico, se agostó bajo la inercia de una sociedad inane. No han aparecido uevos líderes seculares que hayan arrastrado a sus comunidades tras sus pasos. Los intelectuales se aburren y deprimen en un entorno académico dominado por el profesor mustio y el burócrata de planta completa, ambos intercambiables, mientras que la mediocridad, el plagio y el cliché son premiados con el continuismo y la palmadita en la chepa. Como excusa para la falta de resultados científicos y técnicos, de publicaciones de impacto académico, de investigaciones reconocidas fuera del polvoriento y desabastecido departamento o laboratorio, se alega si hace falta la conspiración mundial del lobby judío o la alianza de los hindúes idólatras
-Propongo una pausa para el repostado de cervezas y picoteo variado, que estamos bajo mínimos.
-Vamos a dejarlo aquí de momento, porque lo que aun queda es de enjundia y no es cuestión de despacharlo sin más por premura de entrega, o lo que es peor, abrumar al personal.
Etiquetas: Mandarin Goose
Muy buenos días. Pasen y refrésquense.
(¡Qué final más raro ese de refrésquense!)
((Como el de conquense, pero con acento cercano.))