
El esclavo y el arte, liberados:
El retrato que hace Velázquez, en 1650, de su esclavo y discípulo Juan de Pareja no es un detalle ilustre en la Historia del Arte sino una historia de la mirada ambulante en el tiempo del espectador, del representado y del propio artista. El mismo personaje es objeto, sujeto y mutante cuando el propio Juan de Pareja pinta su autorretrato -una vez liberado por su amo- en el que suaviza sus rasgos africanos y aparece más claro de piel, con una tez de asimilación a su maestro. Una emancipación que es una mímesis, hasta el punto de que su maestría hizo que cuadros suyos fuesen atribuidos a Velázquez.

En Retrato del artista adolescente, Joyce escribe su autobiografía a través del personaje Stephen Dedalus, su alter ego, en referencia a Dédalo, el arquitecto de la mitología griega que construyó el laberinto de Creta. Ambos, el Joyce autobiográfico y un Dédalo sin más lealtad que a su capacidad creadora, son metáfora de la mirada transformadora sobre sí mismos y lo por ellos visto. Y los tres –con Velázquez- son osados traidores a la representación fiel de la realidad.
“Tío Charles y Mr. Dedalus pugnaban por reducir a Mr. Casey de nuevo a su asiento, tratando de aplacarle, cada uno por su lado, a fuerza de buenas razones. Y él, con la mirada estática, lanzando llamaradas sombrías por los ojos, repetía: Afuera con él, he dicho.”
Los más buscados y queridos:

Los quince minutos de gloria que transforman mágicamente –mediáticamente- a todo ser humano tocado por la fama son hoy vistos desde la "posición catatónica" (Paul Virilio) de un espectador abrumado por una multitud de imágenes en oferta para su consumo compulsivo. La mirada ha pasado de ser el medio clásico de la experiencia estética a un fin, con lo que se reduce la percepción –y la capacidad de impresionarse-, en lugar de ampliar los sentidos. El destino de la formalización propia del arte contemporáneo es ser mirado como objeto de consumo e ilusoria participación, no sentido. La racionalización de este nuevo proceso artístico es un discurso no sólo estéril y muchas veces aleatorio –en manos de comisarios-intérpretes, más que de artistas- sino que suple al arte y lo devuelve al territorio del sacerdote y el símbolo hermético.
Referencias:
La perspectiva como forma simbólica, Erwin Panofsky, Ed. Tusquets, Barcelona 1999.
Sombras de ciudad, Iria Candela, Ed. Alianza Forma, Madrid 2007.
Etiquetas: Bartleby
1 – 200 de 255 Más reciente› El más reciente»