Quien dude de que existan modas y tendencias, estilistas y estilosos en la dialéctica cotidiana, que se asome a las ágoras del pensamiento (en roman paladino, mentideros sofisticados) y haga una cata estratigráfica. En ciclos de retorno más o menos largo, aparecen las oscuras cenizas del nihilismo, la lechosidad del sílice regeneracionista, las dendritas iconoclastas y el revisionismo magnetizado apuntado a distintos polos según la rotación del eje (que el pueblo llano allana llanamente en un sintético pabernosmatao).
En la moda primavera del 2007, el debate ha retomado la cuestión de la necesidad de Dios que la humanidad más o menos organizada, más o menos electrificada, sigue demostrando. Ayer era la explicación a lo desconocido, la Causa Ultima de las estrellas y la germinación de la semilla o la mano que movía la tierra en los terremotos. Hoy, que hasta del Big Bang se le ha excluido y que no parece andar muy por la labor de hacer moverse animálcucos en los botes de mantequilla de cacahuete (mal que les pese a algunos), se justifica su necesidad en la existencia de una moral/ética/norma que actúe como armazón de la sociedad y evite que nos asesinemos los unos a los otros en demasía. Por lo menos, que se permita el recambio generacional.
¿Pero es un dios lo que necesitamos para guardar las navajas cabriteras? Al parecer basta con las religiones, cualquier religión, para obtener el mismo efecto. No hace falta ser deísta para ser religioso: mantra va mantra viene, y dale al molinillo, ole mi alma y qué gracia tiene el jodío con su sombrero y su rosario y su peazo de hábito azafrán. Sólo hace falta encontrar la que nos parezca más adecuada a nuestro carácter (y en el caso de algunos, al oficio y al beneficio o directamente al despiporre). Que podemos buscarla admitiendo la conciencia de nuestro anhelo (helo, helo) o pegando tentones como un cordero buscando pezón de ubre calostrera. Beeeee, beeeeee (y si es teta de novicia con morbo adicional, mejor que mejor.)
¿Buscamos religión e iglesia o sólo a la glerigalia?. Tanto tiempo corriendo detrás de los curas con el cirio o con la garrota y cuando por fin nos podemos alegrar de se
r acusados de sociedades ateorras y descreídas (oigan, que me lo tomo como un halago) resulta que no sabemos vivir ni con ellos ni sin ellos para decirnos lo que está bien y lo que está mal. Hacer el trabajo de discurrir y sobre todo de asumir, nos produce un vértigo paralizante. Que no me lo expliquen, que no me lo cuenten, que no quiero verla. Que no me dejen oportunidad de equivocarme o responsabilizarme, que vengan otros y me traigan verdades suprahumanas para escribir unas nuevas Tablas de la Ley (esta vez, por favor, en carbono activado y talladas con láser). Preferiría que fueran complacientes y permisivas con mis acomodos, ahora que me he acostumbrado a la buena vida y a la parte muelle del epicureísmo, pero si no es así al menos que me lo endulcen lo bastante para tragarlo.Como no hay animal más costumbrista que el ser humano (superado quizás solo por anguilas y lemmings), los chamanes vuelven a darnos bonitas normas; pero esta vez los llamamos científicos y no frailes. Por nuestro bien, imponen tabúes, por nuestro bien dirigen y ordenan, por nuestro bien nos hacen vivir la vida que ellos creen segura, aunque sea insípida. Y nosotros como buenos feligreses nos dejamos llevar. Ya no se limitan a ofrecer sugerencias sobre lo que se debería hacer, sino que directamente se les encomienda la responsabilidad de distar normas a partir de sus trabajos. No hay mortal al que su vanidad no le haga atractivo el puesto de Moralista Mayor del Reino, unos convencidos de que es su deber dirigir al Pueblo (que no sabe lo que quiere y si lo sabe peor para el) y otros por pura codicia y afán de poder. Los gordos, a la picota, y si hay que llevarse al niño a rastras hasta el internado, pues que lo detenga la Guardia Civil. Todo por el pueblo, y el pueblo que no se atreva rechistar que lo pongo a dieta de acelgas viudas. Por tener tenemos de todo, hasta herejías y cruzadas contra los disidentes. No es para tomar a broma: por un quítame allá esta correlación o dos bosones de nada, te pueden subir a la carreta de los depurados. Como mínimo, si les recuerdas que por ejemplo en el anterior periodo de bonanza de Groenlandia poco tuvieron que ver Eric y sus vikingos y mucho las variaciones cíclicas del clima y los desplazamientos del eje de rotación de la tierra, te acabas comiendo el carro de diapositivas sin sal ni nada. Y los dinosaurios polares...de postre, acompañando al retroproyector.
Algunos profetas iracundos darían risa y serían escarnecidos por sus tonterías si no fuera por la mala leche que gastan sus seguidores: a ver quien tiene valor para decirle al tipo de las cuentas que un ojo de buen cubero no es un buen método para calcular morbimortalidades y sobre todo andar escarbando casuísticas. Pero qué epidemiología de gominola es esta de andar “estimando los casos de fallecimiento que se deberían haber producido…”, por mucho que lo disfracen con gráfica de colorines sigue siendo poco serio. No hace falta que me exageren o me traten de estúpido para convencerme: ya sé hace tiempo que la guerra es el infierno. Y cómo vas a tener cifras fiables de antes de la invasión si los cadáveres de los represaliados no pasaban por las morgues, si las cifras de mortalidad infantil se maquillaban a gusto del tiranuelo de turno (qué bueno soy yo que bajan, qué malos son los del embargo que suben), si los kurdos gaseados no se incluyeron en los recuentos, si..., si... Ahora me toca comerme el mando a distancia. Por favor: esta vez que sea con salsa de tomate, que tengo acidez. El sentido del ridículo parece ser algo desconocido para algunos, que no ven impedimento en usar las particularidades biológicas de las monas capuchinas para sacar conclusiones éticas y morales de interés humano. Lo que no deberías ser más que un tema de ciencia pura, cuya aplicación práctica andaría entre establecer genealogías en programas de cría o andar dando quebraderos de cabeza a los embriólogos va a convertirse en prueba de cargo para la adopción de niños. Maese Pa, cosas veremos que farán fablar, y aún aullar, las piedras por los caminos.
(De momento, ya hablan los loros.)
(Escrito por Mandarin Goose)
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