Ayer volví a ver Pat Garrett y Billy el Niño. Sam Peckinpah logra infundir a la historia una dosis nada desdeñable, pero tampoco exagerada, de nostalgia, la misma que aparece como tema recurrente en toda la cultura norteamericana. Desde el principio sintieron que estaban destrozando un mundo idílico, que en todo momento estaban acabando con un estadio anterior de la civilización mejor que el que surgía entre las ruinas, o el olvido, del antiguo.
Pronto vendrá noviembre y con él la cosecha de membrillos, ya amarillecidos por virtud de una luz suave, tibia, acogedora, melancólica. Entonces alguna mañana de sábado los herviré y pasaré por el chino para después mezclarlos con el almíbar del azúcar y preparar dulce de carne de membrillo. Más adelante invitaré a algunos amigos a merendar en casa y comérnoslo mientras hablamos de lo humano. Escucharemos a Henderson y la luz de la tarde desaparecerá sin que apenas lo sintamos.
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