Sí, sí, los cubanos y las cubanas son muy felices, ríen, bailan, follan, pero no comen, mire usted, están deseando que el sistema los mande fuera de Cuba, aunque sea un par de días, ay, amol, qué suerte que tienes, vas a comel, le dicen al amigo que saben que viajará el extranjero, y algunos de los que salen, si pueden, no vuelven.
Hay familias que comen algunos días: gracias a lo que los pesos fuertes (dólares por mal nombre) que les mandan desde Miami la corrupta.
Te contaré que pasé un cumpleaños en Cuba, en Matanzas por más señas, y encargué a una de mis colaboradoras, militante del PCC, que me comprara una docena de cervezas. Ella las compró en un hotel cercano orientado a viajeros nacionales, nada de turistas. Cuando llegó el momento de abrirlas lo que salió de la botella era un mejunje parecido al agua sucia de un fregadero. Todas las botellas tenían el mismo producto averiado. Al día siguiente protestó y el compañero que se las vendió le dijo: compréndelo, compañera, aquí no se vende nada, llevan en la estantería varios años.
Los cubanos han optado por el socialismo porque la alternativa que le ofrecen en su lugar no es otra que la muerte.
Una muerte que a pesar de todo llegará porque aun no han aprendido a vivir sin comer.
¡Socialismo o Muerte!, repiten de continuo, pero saben que el primer término del slogan les llevará al segundo. Irremediablemente.
Sí, los ricos son a veces muy horteras y muy zoquetes, pero aplican la sabia fórmula clásica de primero vivir y aluego filosofar. Son una gentuza.
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