Pío Moa no es historiador; del mismo blog:
"El reforzamiento del franquismo en 1943, tan deplorado por Gil-Robles y por Hoare, no era un simple producto de la represión. Esta seguía cerrándose implacable sobre los comunistas, pero la inmensa mayoría de los antiguos izquierdistas o separatistas se habían adaptado a la situación. Ello permitió también la liberación de los presos condenados hasta veinte años, con lo que el número total de reclusos descendió hasta 74.000 al terminar el año, incluyendo los presos comunes. También dejaron de dictarse penas de muerte por el delito –tan interpretable– de rebelión militar. En diciembre se disolvieron las milicias de la Falange, ya desarmadas desde hacía tiempo.
Hay otros datos a considerar. Las cosechas seguían siendo flojas, por la disminución de terreno cultivado, las sequías intermitentes y la escasez de fertilizantes y equipo agrícola moderno; pero en conjunto el suministro había mejorado de modo notable, o quizá se repartía mejor, de modo que el número de muertes directas por hambre, 315, había descendido al nivel de la república. Y había mejorado la higiene, no produciéndose ninguna sobremortalidad apreciable por enfermedades: al contrario, el número total de fallecimientos registrados, 349.000 había descendido con respecto a los 384.000 de 1935. La mortalidad infantil bajaba de forma acelerada: de 17,10 por cada cien nacidos vivos en 1935, a 13,67. Los 207.000 niños huérfanos o de familias indigentes eran alimentados en 2.026 comedores. También fue un éxito el retorno de los niños enviados fuera del país por el Frente Popular: de 35.000 se habían repatriado más de 28.000; quedaban 5.000 en la URSS y unos centenares en Méjico y otros países. (2)
Indicativa de una cierta evolución fue la apertura de los primeros grandes almacenes, llamados Galerías Preciados, el 5 de abril en Madrid, por iniciativa del célebre empresario asturiano Pepín Fernández. Empezaron a popularizarse las cafeterías de estilo useño, donde se despachaban "perritos calientes", sándwiches, batidos, tortas con nata, platos combinados y otras novedades, servidos a menudo por camareras, y con numerosa clientela femenina. Comenzaba la decadencia de los tradicionales cafés, de carácter más masculino, sedes de tertulias variadas, desde literarias a taurinas. Otras modas useñas, como el jazz o el consumo de whisky, adquirieron difusión en círculos estrechos. El cine useño siguió cosechando éxitos.
En otro orden de cosas, se inauguraron diecisiete nuevos teatros por distintas ciudades. Los avances en la enseñanza también eran evidentes, aun dentro de las restricciones económicas. El número de universitarios había pasado de 32.000 el último año de la república, a cerca de 42.000; los 99 institutos de segunda enseñanza, con 124.000 alumnos, de 1935, eran ya 118 institutos con 180.000 alumnos, con un aumento mucho más rápido del alumnado femenino: de 37.000 a 63.000. Existían 52.000 escuelas primarias (aproximadamente 19.000 para niños, casi otras tantas para niñas, y 14.000 mixtas), con 1,240.000 alumnos y 1,264.000 alumnas. El 12 de octubre de aquel 1943 se inauguró la Ciudad Universitaria de Madrid, nacida en 1927 bajo la dictadura de Primo de Rivera, por especial iniciativa del rey Alfonso XIII, como recordó Franco en la ocasión, y destruida durante los combates de noviembre de 1936. La universidad debía dar una formación científica y católica, siguiendo la tradición universitaria española del siglo XVI. El modelo venía a ser, vagamente, los campus useños (fue, al parecer, la primera universidad europea inspirada en ellos), con arquitectura modernista, amplios espacios verdes, etc. La reconstrucción de algunos edificios se hizo en un estilo más "imperial".
El ministro de Educación, Ibáñez Martín, promovió la Ley de Ordenación de las Universidades, que, por primera vez, definió la labor universitaria como de investigación y no solo de docencia, y trataba de establecer un vínculo estrecho con el CSIC. Con propósito de fomentar un ambiente intelectual intenso e interdisciplinar, se restablecieron los colegios mayores, una institución del siglo XVI. Debían concentrar a alumnos y medios adecuados, y disfrutarían de autonomía, pero tendieron a quedarse en simples residencias de estudiantes con algunas actividades culturales. También las universidades tendrían autonomía: la policía no podía entrar en sus recintos, salvo autorización del rector; y sus publicaciones, como las del CSIC, estarían exentas de censura. Dado el carácter católico de la enseñanza oficial, se impusieron restricciones a las universidades de la Iglesia, de las que solo existían tres (Deusto, Comillas y pontificia de Salamanca), supeditadas a las oficiales en la concesión de títulos.
(De Años de hierro)
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