De inmediato, hablé con mi mujer:
–Cariño, ¿tú crees que yo participo lo suficiente en las tareas domésticas?
–Hooooombreeeee, depende…, contestó comprensiva y sin ninguna gana de bronca.
–Quiero decir: ¿qué consideras tú participar en las tareas domésticas? Porque yo suelo ayudarte a hacer la cama, dejo limpia la ducha después de usarla, cocino de vez en cuando, te acompaño a veces a la compra, cuelgo cuadros y hasta monté las lamparitas de Ikea, ¿no?
–Bueno, pero lo de las lámparas para la mesilla era una chorrada…
–Mujer: no eleves la anécdota a categoría.
–Ni tú tampoco. Hombre, en general, ayudas poco. Pero probablemente otros ayudarán menos…
-Supongo que me vale de consuelo…
Sin embargo, dado que la comezón interior era mayúscula (¿complejo de culpa?) busqué el proyecto de legislación. El mismo que impone a los padres adoptivos la obligación de revelar a los hijos su condición de adoptados, ése. Y, tras no pocas gestiones, lo logré. Está aquí y, no crean, me tranquilicé. El artículo en cuestión es bastante general.
Article 231-1. El matrimoni
1. El matrimoni és una institució que dóna lloc a un vincle jurídic, que origina una comunitat de vida en la qual els cònjuges s’han de respectar, actuar en interès de la família, guardar-se lleialtat i ajudar-se i prestar-se socors mutu.
2. Els cònjuges tenen en el matrimoni els mateixos drets i deures i han de compartir les responsabilitats domèstiques i la cura i atenció dels altres membres de la família que estiguin al seu càrrec.
Responsabilidades domésticas, dice textual. Pues no era para tanto. La locutora de la Sexta es un poco exagerada. Porque, claro, una responsabilidad doméstica es llevar el sueldo a casa cada mes, ¿no? Y explicarles matemáticas y química a las chicas. ¡Y hasta francés! Aunque, bueno, esto último –lo de ayudar a las criaturas con los deberes– debe de formar parte de la atenció dels altres membres de la familia, digo yo.
Para acabar de apaciguar mis miedos, volví a hablar con C.
–Pues la cosa no es para tanto, no creas… Sobre todo, porque no definen previamente qué cosa son las responsabilidades domésticas. Cualquier buen abogado desmonta la acusación en un momento.
–Claro…, acertó a contestar mientras planchaba amorosamente una de mis camisas. Además, prosiguió rotunda, si obligan por ley a ayudar en casa a los hombres, deberían, en contrapartida, obligar a muchas mujeres a que no les doliese la cabeza. Y, claro, eso es muy complicado, ¿no?
Como verán, tengo una mujer que no me merezco. Cada día le doy las gracias al azar. Y a ella, claro.
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