Empezaremos por un consomé, que es la forma cursi de llamar al caldo de toda la vida. Se decía, con buena razón, si un pobre come jamón, o está malo el jamón o está muy malo el pobre. Pues, ya ven, lo del consomé no es igual. Cuando yo era niño, el consomé (como la ensaladilla rusa, los langostinos-dos-salsas o los entremeses variados) era cosa de bodas. En casa, el común comía sopas de ajo, caldo de cocido o pote. Los parvenus, consomé. Sin embargo, esta forma de aprovechar lo incomible es, en mi opinión, astuta y nutritiva. Necesitarás unas carcasas de pollo (las venden, incluso, en la comida para animales de compañía) y unos huesos de ternera. Ni se te ocurra pedirle al carnicero osso bucco. Te va a cobrar una pasta y el resultado va a ser el mismo. Hueso, sin más. Entre las carcasas y el hueso, habrás gastado euro y medio. Necesitarás además dos puerros, un tomate y sal. En fin, no me atrevo a ponerle precio a la verdura (¡menos aún al cloruro sódico!), pero será barata. Corta la carcasa en un par de trozos y, junto al hueso, ponlos en una perola donde ya residirán el tomate (pelado y en lonchas) y los puerros longitudinalmente escindidos. Perdonen ustedes, que luego nos llaman pedantes: pilla el puerro, quítale lo verde y, con dos cojones, pártelo a la larga. (Mejor así. O asín, no sé.) Añade un par de litros de agua, y a cocer. Si fuera menester, desespuma al principio. Si no, la sangre y la grasilla darán un toque un poco amargo a la cochura. Tras unas dos horas (vale: el plato no es para unas prisas, pero la vida del pobre, tampoco), cuela el caldo y déjalo reposar. Si fuera menester, caliéntalo antes de servir. Lo puedes acompañar con unos coscurros de pan frito. ¿Qué te has gastado? Pues unos seis euros (a todo estrozo) para cuatro. ¡Y lo que sobra!
¿Y de segundo? Pues incluso más barato. Judías con tomate. Plato nutritivo y aerofágico donde los haya. La aerofagia se combate fácilmente con Aero-Red o con una ginebra bien fría al acabar de comer. Si no te presta el amargo, pues una copita de Chinchón dulce. Hace el mismito efecto, ya ves. Para las cuatro personas humanas de la cosa, necesitas cuatrocientos gramos de judías. Blancas, de la de toda la vida. No hace falta que las dejes en remojo durante la noche, ni nada de eso. Hoy día, las variedades de Phaseolus vulgaris L. tienen menos corteza y, sobre todo, un almidón más cocible. Ponlas a calentar, con agua suficiente para que las cubra un centímetro, y, al primer hervor, añade sal y unas pencas de acelga. (Nota bene: con lo verde de la verdura, podrás cocinar un pastel de acelga que te contaré otro sábado.) Déjalo al fuego un par de horas. Ya te he dicho que el tiempo en la cocina (como en la cama y en el laboratorio), no cuenta. Cumplidas las dos vueltas de reló, sofríe en la sartén una rebanada de pan y media cebolla cortada finita. Entonces, añade cuatro cucharadas grandes de tomate natural de bote. Al sentir el fino olor de los hortícolas hechos, pon una cucharada pequeña de buen pimentón (ya sabes: de La Vera. La Chinata o un primo suyo. Que sea, a poder ser, familiar geográfico del Sr. Verle o del Crítico Constante. No lo hay como él.) y, sin que se queme, dos cucharadas del caldo de cocer las judías. Hecho el acompañamiento, escurre de la cacerola judías y pencas, mezcla la mezcla con el sofrito de tomate y ya está. Rectifica, si es preciso, de sal. Añade, si tu gusto es mexicano, generosas gotas de tabasco, y a comer. No harás gastado en el segundo plato más allá de otros cuatro leuros. Total: 10 y no 22. Para que aprendan los de la COPE.
Y, ya que has ahorrado en la comida, gasta en la bebida. Te propongo un vino que es un exceso. Un rosado cencibel de Vidal del Saz. A 3.40€ la botella. ¡Aquí atamos los perros con longaniza!
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Don Protac, para acompañar las alubias mejor una buena ensalada que un caldo. Le propongo una ensalada griega: tomates (los raf, los mejores), pepinos (los de toda la vida), pimientos verdes de Creta (aquí no admito otra opinión, y si no podemos acercarnos a Creta nos apartaremos de los pimientos españoles como campesinas búlgaras huyendo de la vacuna), algo de cebolla (tierna, que no recuerde en modo alguno al cutis de la Vicepresidenta), aceitunas negras (si no tenemos de Kalamata, bueno, en fin, no es lo mismo, pero podríamos usar olivas negras hispanas), una loncha generosa de queso feta (o queso de cabra Montesinos, de Jumilla), sal y un buen chorro de aceite. Uf. Un plato digno de Helena de Troya que ayudará a digerir mejor las legumbres.
(¿No hay nada de postre?)