La tecno-ciencia está aportando soluciones a problemas básicos con la mejora de productividad, ahorro en costes, aparición de nuevos servicios y productos… a una tasa exponencial: como en el movimiento browniano de los gases, una ecuación permite prever el resultado de un sistema compuesto por millones de pequeñas interacciones, cada una gobernada por una ley simple, pero que el azar impide seguir con precisión; sólo el conjunto es estadísticamente predecible. No sabremos qué empresa triunfará o fracasará, que formato concreto de empaquetado de datos se adoptará, qué tipo de producto será favorecido por los compradores… Lo que sí sabemos es que cada año, por el mismo dinero obtendré el doble de potencia de cálculo o de capacidad de procesamiento o que el ayudante del cirujano se llamará ya Nexus-3.
No sólo esta economía del conocimiento acelera la creación de riqueza y genera oportunidades en una tierra “aplanada” y permite también el incremento de la interdependencia económica, sino que estamos ya muy cerca de la resolución de problemas, como la demanda energética o el reciclaje de los gases de invernadero que nuestra sociedad ha ido acumulando desde la Revolución Industrial. Craig Venter ha anunciado que en 18 meses dispondrá de bacterias manufacturadas para procesar CO2 y que generarán etanol como subproducto. Ray-Kurzweil prevé que en cinco años los avances en nano-tecnología darán energía foto-voltaica con eficiencias de conversión del orden del 40-50% ya competitiva en coste industrial con la energía fósil y que permitirá la autosuficiencia energética mundial en 20 años. No es casual que enormes inversiones económicas de los socios de Google vayan a estos dos tipos de tecnologías emergentes.
La separación patente entre economía productiva y financiera se manifiesta cuando empezamos a recibir en nuestra cara la bofetada que le han dado al sistema capitalista los agentes financieros que, en un entorno desregulado, empaquetan deuda (basura) en unos derivados muy complejos, de mucho riesgo, en un juego codicioso bendecido por aseguradoras, bancos y agencias de calificación de créditos; las crisis de Société Générale o del banco Northen Rock coinciden con un momento de ralentización mundial y plantea la pregunta de si no pueden ser un coadyudante a una crisis propia del sistema (una crisis sistémica, a la Matrix).
Como explica Philip Ball, editor de Nature, para evitar estas crisis del sistema financiero, uno de los elementos básicos es disponer del conocimiento público sobre porqué la economía puede pasar cíclicamente de un estado de beneficios a uno de pérdidas, de la euforia a la depresión, manteniéndose fijada durante un cierto tiempo en cada una de las distintas “fases”. Un lugar común es que los ciclos económicos son como transiciones de fase entre estados en equilibrio. Este lenguaje mal tomado de la física por parte de algunos economistas intenta dotar de “seguridad” a la dinámica de los mercados, seguridad basada en una mala asimilación de dichos conceptos. Las transiciones vendrían a ser como el efecto mariposa: entre zona estable y zona estable, existirían desconocidas y pequeñas fluctuaciones que se amplifican enormemente hasta hacer saltar el sistema de un ciclo al otro.
Aquí la magia toma la mano a la ciencia pues no hay sistemas económicos en equilibrio: el capital se mueve continuamente y como en la vida, si se interrumpe el flujo vital (los *leuros*), se muere. Los sistemas “ideales” no responden de la irracionalidad del mercado de derivados o las profecías auto-cumplidas en momentos de pánico que hablan más de efectos virales, de masas desbocadas, en un sistema dinámico extraordinariamente complejo, donde no hay un entorno fluido de información suficiente y no manipulada para la toma de decisiones objetivas por los agentes económicos. Una crisis de liquidez como la actual, con el estancamiento del flujo monetario debido a que el juego piramidal ha llegado a su fin donde nadie se fía ya de nadie es un meridiano ejemplo de cómo la economía financiera impacta directamente en la productiva: se restringen los créditos a las empresas, se ejecutan deudas inmediatamente y como curioso efecto de transmigración política, los proclamados liberales que defendían la suculenta toma de beneficios privados en el ciclo “bull” piden a la Administración Pública que se haga cargo de los Bancos que quiebran en el ciclo “bear”, cuando la Ley de Robin-Hood Inversa ha sido ya cumplida y las pérdidas pueden empezar a reclamarse (a otros).
Los modelos económicos clásicos presuponen la disponibilidad completa de información a los agentes y respuestas racionales en el mercado. Estos modelos son matemáticamente resolubles, pero al ser una idealización de la realidad, fallan debido a que las personas realmente toman decisiones distintas con la misma información, o sencillamente, se dejan llevar por sus prejuicios o por cualquier información que confirme sus preferencias. El premio Nobel en Economía de 2002 para Daniel Kahneman, psicólogo, inicia el reconocimiento de estas variables del comportamiento humano en los modelos para la toma de decisiones financieras.
Un ejemplo claro de un modelo “no ideal” es el del juego de las minorías. La economista Christina Matzke y el físico Damien Challet han desarrollado un modelo matemático basado en “cómo ducharse en un albergue de estudiantes”. Para quien lo desconozca, la fontanería de los antiguos albergues hace que cuando alguien quiere ajustar la temperatura de su ducha, automáticamente desajusta la de los demás, quienes a su vez empiezan a abrir o cerrar los grifos para pasar de la congelación al agua hirviendo en milisegundos, ¿qué estrategia usar para que todos obtengan una temperatura razonable a la vez? Este modelo muestra cómo la diversidad en la toma de decisiones afecta al resultado colectivo. El modelo de minorías choca frontalmente con la concepción clásica económica de que todos los agentes son “iguales” y todos siguen una única estrategia para maximizar sus beneficios.
El problema de la Ducha en el Albergue muestra como la situación ideal, donde todo el mundo queda más cerca de su temperatura preferida, sucede cuando todos usan la misma manera de mover los grifos, la misma estrategia. Pero la solución es inestable, en cuanto alguien quiere “mejorar” su temperatura y acercarla más a sus gustos provoca oscilaciones salvajes en la temperatura cuando los demás reaccionan. En cambio, cuando hay diversidad de estrategias en cómo mover los grifos para conseguir la temperatura deseada, las oscilaciones bruscas desaparecen y el sistema converge de manera estable a una temperatura aceptable por todos. A cambio de desaparecer las oscilaciones, los individuos descubren que deben ajustarse a una temperatura algo distinta de su ideal.
Disponer de minorías con estrategias distintas estabiliza el sistema y maximiza los beneficios para el conjunto. La racionalidad parece evidente. De la que carecen los gurús de las finanzas que ciclo tras ciclo arruinan a bastantes tras haber enriquecido salvajemente a unos pocos, escudándose siempre en mil argucias cuando en realidad es todo mucho más simple:
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