-Nut, el cielo estrellado. Dicen que el Cairo es una ciudad muy hermosa por la noche.
-La oscuridad vela misericordiosamente las miserias humanas y las cicatrices de los pueblos. Vieja cortesana, la ciudad sabe que la dura luz de África muestra cada arruga y cada destrozo, la hace sudar y destruye el maquillaje que se aplica capa sobre capa. Por eso descansa hasta que la noche llega, y entonces, cuando la gente sale de sus casas y se dispersa por todos los sitios donde pueda colocar unas silla y hacer vida social, la ciudad se ríe escandalosamente, muestra sus dulzuras y bellezas, le roba el corazón a sus amantes, es cruel con ellos, baila sobre el río vestida de luces de colores y fascina a todos los que llegan a ver su reflejo en el cristal de una ventana.
Fueron los árabes, en el 640 dC, quienes recibidos de muy buena gana por los mas que hartos súbditos de Bizancio, fundan Fustat. Al principio poco más que un campamento militar para los árabes, cada año que pasa la ciudad se hace más rica, más poderosa, más grande. Los transportistas de caravanas medievales y quienes vivían del comercio necesitaban casas, mezquitas, madrasas, fuentes públicas, caravanserais, baños y saunas, casas de comidas y lugares de diversión… Hasta que Vasco de Gama abrió una nueva ruta a las Indias, gran parte de las especias y los artículos orientales pasaban por Khan–el Khalili. Pero perder la ruta de la Seda no vació los comercios: la Ruta de los 40 Días seguía trayendo mercancías valiosas desde el corazón de África, incluyendo los esclavos que sobrevivían al desierto y se vendían en los mercados de nácar (qué encantador eufemismo). Sobre el aroma del café que los otomanos controlan se levantan los sueños de los ilustrados, y de los sueños el mármol se hace forma y razón. Si hermosísima y admirable era Al-Azhar, la mezquita y su universidad, aun más admirada se hizo en todo el mundo musulmán, y a élla acudieron los más brillantes para oír y enseñar. La Ciudadela sobre la montaña, y en la ciudadela, como un ágata blanca y acaramelada, la mezquita de Mohamed Alí. Bajas la mirada (y la cuesta, que tiene lo suyo) y las mezquitas de Sultán Hassan (tan alta, tan alta, tan ligera…) y de Al-Rifa’i (descalza y sedienta, no me sentí extraña en tu interior, luces y espacios de catedral gótica con arabescas ajorcas). De Ibn-Tulún recuerdo el minarete y los gritos de los vencejos, a cientos, y el viejo profesor de arquitectura que resoplaba mareado por el vértigo. Al lado, la casa-museo Gayer-Anderson, con sus fantasmas guardianes y su pozo desaguadero del Diluvio Universal… Vi tantas maravillas que no dudo que el Cairo Medieval fuera la ciudad de los cuentos de las Mil y Una Noches.
-Cuéntame de la gente que viste en sus calles, de los millones de cairotas que compran en sus mercadillos, juegan al ajedrez en sus cafés, se inclinan en dirección a la Meca y se apretujan en los transportes públicos. Háblame de la mujeres veladas y enguantadas prisioneras de un ajeno código, y de los sufíes bailando la sama, girando para alcanzar la alegría de Dios. Háblame de los musulmanes, los últimos llegados a la tierra de Faraón.
-Entre el 85 y el 90% de los egipcios es musulmán, mayoritariamente sunníes, una parte sufíes y algunos chiíes generalmente rebotados de otras zonas del Islam. Empezaré por explicarte algo de su religión, porque para un musulmán típico su fe es también su norma de vida y su espacio vital.
-Islam quiere decir paz, eso dicen los enteradillos.
-Si y no. Paz como resultado de la sumisión completa, la rendición absoluta a Dios. Una vez acabado el conflicto por la inexistencia de lucha, el creyente obtiene la paz. No hay duda, no hay debate, Inshallah, y me convierto en un esclavo de la voluntad absoluta de Dios. Así no tengo que tomar decisiones, ni aceptar responsabilidades; lo que ocurra será lo que mi Señor desee, y eso me exime de meter la mayonesa en la nevera, de tener a punto los extintores, de pelear por lo que quiero, de rebelarme contra las circunstancias. Paz en la anulación, en la suspensión de las decisiones, en la abstención.
-No coincide mucho eso con el comportamiento de los islamistas, que se supone que son los “auténticos musulmanes”.
-Pasemos al aula de taxonomía. Los sunníes representan cerca del 84% de los musulmanes. Suní significa tradición o norma, ortodoxia. En brochazo gordo, se supone que los sunníes se caracterizan por su adhesión rígida a las normas y al texto escrito, aunque por otro lado los ulemas intentan determinar unas reglas que permitan vivir al paisanaje en las circunstancias de cada momento. Hecha la ley, hecha la excepción. Durante las cinco oraciones diarias, aunque veas algunos “beatorros” sacar la esterilla y ponerse a rezar en la calle o en la tienda, la mayoría sigue con lo que estaba haciendo. Si acaso, cerrarán los ojos y murmurarán alguna oración brevísima, pero los demás fumarán la shisha, seguirán conduciendo (y pegando volantazos) o comiendo a dos carillos el ful nuestro de cada día. Los ulemas sunníes han apacentado con mano blanda sus feligresía, y su actitud con el estado ha sido generalmente de colaboración cundo no de franco compadreo. Dado que, cuando un ulema decide sacar los pues del tiesto y montar un jaleo, los demás se conforman con callarse y ve en que acaba todo, se les suele acusar de quietismo. Dentro de la línea sunní existen cuatro escuelas jurídicas o Madhab: Hanafi, Maliki, Shafi’i y Hanbali, y a su vez variadas derivaciones, todas ellas ocupadas en deducir qué hay que hacer en cada ocasión de acuerdo a las escrituras recogidas y a los dictámenes (fatwas) de otros ulemas, y así sacan los dictámenes que sacan en muchas ocasiones, que más parecen bizantinos chistes y discusiones que textos serios.
Los chiíes (“seguidores”), el segundo grupo en importancia, son mayoría más o menos absoluta en Irán e Irak. Se les suele considerar menos posibilistas (realistas) y mas esotéricos que los sunníes, con el Batin (lo escondido) y el Mahdi (el imán oculto) marcando un sendero entre el texto sagrado (el sentido profundo). Su religiosidad tiene un aspecto más exhibicionista, tremebundo y desgarrado, lleno de pesimismo vital. Algunas de las practicas musulmanas más rechazadas por Occidente (y por el resto de la comunidad musulmana) como el matrimonio temporal y la taqiyya (el disimulo para engañar al infiel), son exclusivas del chiísmo. Dentro de esta rama sí que podemos encontrar algo mas parecido a la “clerecía organizada”, y sobre todo el concepto de “consejero espiritual permanente”, que obliga a todos creyente a seguir al dictado los consejos/órdenes de su ulema de cabecera. Es este seguimiento irreflexivo y entregado a las ideas de los líderes religiosos (que no tiene reparos, al contrario que los sunníes, en pegarle una patada al gobernador de turno y ponerse de jefazos) el que se observa desde Occidente como fanatismo. Dentro del chiísmo también hay sectas más o menos radicales y más o menos moderadas, dependiendo más bien de la coyuntura geopolítica donde surja cada secta.
Los sufíes, considerados el ala mística y casi beatífica del Islam por más de un despistado, son una minoría de gran influencia sobre todo en el campo teológico. Cierto es que su búsqueda de la iluminación interior y su confluencia con la mística cristiana les ha rodeado de un aura de paz, pero la verdad es que muchos movimientos nacionalistas y anticolonialistas se han formado y defendido desde la corriente sufí, especialmente aprovechando la organización de los mismos en cofradías. Así que ni tan pacíficos ni tan universalistas ni tan etéreos, lo cual no quita para que sean el sector de espiritualidad más desarrollada. A Alá rogando y con la escopeta disparando.
-Admitamos que los clérigos iraníes que andan jugando con el miedo de los vecinos y amenazando hasta a los pingüinos son exaltados chiítas, un grupo muy pequeño en un lugar clave, y que ni mucho menos son los típicos musulmanes. Admitamos que los benladen de turno son casos extremos de doctrinas ya de por sí extremadas (el wahabismo), pero el primer movimiento “islamista”, los Hermanos Musulmanes, surge en Egipto…
-Y no surge de la nada, sino que se origina en unas circunstancias concretas. Durante casi toda su historia, el Islam no ha tenido un enemigo que realmente le haya hecho sudar frío con excepción de los mogoles, y hasta esto fueron asimilados. Ni el fenómeno de las Cruzadas ni la invasión y pérdida de la Península Ibérica supusieron otra cosa que conflictos en los confines del imperio, y sólo interesaban a los locales afectados. En ningún momento supuso Occidente una amenaza para la integridad del Islam (justo al contrario que desde el punto de vista occidental), y las disputas solían acabar en empates más o menos olvidados con rapidez. Sin embargo, en los últimos 200 años, el Islam ha temblado por su mala cabeza: las victorias militares y la constatación de que el poderío militar y sobre todo tecnológico de Occidente había rebasado con creces el del imperio otomano (para empezar, y siempre por la resistencia del Islam a actualizarse, convencido de la superioridad natural de sus medios y la inutilidad dedicar esfuerzos a las ciencias y el desarrollo), hizo que los políticos de Oriente Medio y el Norte de África se embarcaran en una carrera desenfrenada para adquirir armas y organizar ejércitos capaces de aguantar el tipo y no ser masacrados al pim pam pum como los mamelucos en las Pirámides. En el caso de Egipto, los gobernantes egipcios, que habían empobrecido el país por una penosa gestión, tiran la toalla frente a los acreedores, que deciden hacerse cargo del país para hacerle devolver la enorme deuda adquirida. Es Inglaterra la encargada de poner en marcha la producción nacional egipcia, y lo hace a la inglesa: con frialdad, propaganda victoriana y bastante paternalismo (que siempre es menos dañino que la grandeur francesa, como se vio en Argelia). El fundador de los Hermanos Musulmanes, Hasan Al-Banna que nace en una familia apañadita cerca del Cairo, es un funcionario de la más baja categoría en la zona del Canal de Suez, y se espanta al comprobar cómo los ingleses controlan el país como si de su propia finca se tratara (es decir, en el más puro estilo colonial), con funcionarios y comerciantes, militares y técnicos ingleses pasando por calles con nombres en inglés y casitas con pórticos ingleses. Aprovechando las estructuras de las hermandades sufíes, organiza un entramado de crecimiento exponencial que se alimenta de egipcios coléricos y a los cuales los ulemas de guardia no ofrecen soluciones. Los Hermanos se dibuja como un híbrido de cofradía sufí y partido totalitario moderno, “un movimiento salafista, sistema tradicionalista, realidad sufí, cuerpo político, grupo de atletismo, sociedad cultural y científica, compañía económica e idea social” (Al Banna dixit). Es decir, unidades grupales compactas que organizaban la vida y actividad del afiliado en cada instante en un medio incontaminado, simple, sin riesgos. Los actos violentos de los Hermanos (que incluyeron el intento de asesinato del presidente Nasser) provocaron su ilegalización y persecución, aunque con el tiempo los gobiernos han levantado más o menos la mano según les apeteciera jugar con las barbas de los dirigentes o usarlos de arma de choque contra los grupos opositores. El resurgimiento de las simpatías entre las clases mas pobres hacia estos totalitarios (que se llaman a si mismos “auténticos”) tiene causas evidentes: la emigración-avalancha del campo hacia la ciudad, la abusiva diferencia entre clases con la inexistencia de una clase media amplia y amortiguadora, la falta de solidaridad efectiva (y no sólo de boquilla o foto couché) de los más ricos con los más pobres, la impresión más o menos selectiva y distorsionada que de Occidente reciben por los medios de comunicación (imagina un abuelito de Aswan con su gayabila y su burrito viendo en la tele del café el desfile del orgullo gay en Madrid…), el aumento de la educación en general y sobre todo la alfabetización de la mujer (tradicionalmente tratada como menor de edad y débil mental), la transformación del mundo en el que se han visto metidos de cabeza y sin paracaídas… No es de extrañar que las masas que viven en zonas deprimidas, cuando se les ofrece no solo una asistencia básica de medicinas, ropa y comida, sino un mundo más “sencillo” y “adaptado”, se abracen a las túnicas de los Hermanos pidiendo que les bajen del tiovivo. Y cuando digo deprimidas, me refiero al millón de gente que vive en lo cementerios porque, hartos de no tener ni una chabola, un día le dieron una patada a la puerta de un mausoleo viejo (más bien son solares chiquitines) y pusieron la esterilla sobre las tumbas, y que proteste el inquilino si le parece mal. Me refiero a barrios con decenas de miles de personas que para subsistir crían gallinas, conejos, pavos y hasta cabras que se asoman a los balcones del sexto piso para echar un vistazo a la calle, y rebaños de ovejas que pastan en las montañas de basura sin ver una hoja de hierba en toda su existencia, y barriadas que para conseguir que les arreglen las calles montan una revuelta popular, y licenciados que solo poseen una bolsa de deportes con dos camisas y tres pantalones y que duermen en los cafetines donde trabajan de camareros en turnos de 24 horas. Es en estos barrios donde las mujeres se envuelven en velos como mortajas para poder salir a la calle sin que los vigilantes de la fe las muelan a palos o las pongan verdes en la mezquita, donde las paredes están llenas de propaganda de partidos prohibidos y los occidentales no se asoman ni por casualidad. Porque los hermanos están asustando a todo el mundo: ojo con Occidente, nos quieren invadir, nos va a destruir, ya tuvimos que echarlos una vez, recordad cómo sufrimos la invasión de los infieles, nos contaminarán y pervertirán, debemos cerrarnos y volver a los tiempos de la primera Umma, debemos ser puros… y mantenernos pobres. Claro, porque si los pobres a los cuales acogotan al tiempo que mantienen en la sopa boba fueran menos pobres y más instruidos, les iban a mandar a freír falafels cuanto mas lejos mejor. Los pobres y los incultos son manejables, manipulables, controlables, así los quieren, así los mantienen… (y si no se dejan, ya saben, somanta de palos o vista nocturna a la mezquita de los rebeldes, cuatro patadas al Minbar para destrozar la escalerilla y a ver que Iman se pone chulillo al día siguiente.)
-¿Y los más revoltosos? ¿O acaso no hay voces críticas y renovadoras dentro del propio Islam?
-Las hay, y muy comprometidas, pero desde Occidente sólo oímos los griteríos de los matones del barrio, a los cuales queremos complacer sin aprender la lección de que es imposible saciar al insaciable ni aplacar al que hace del chantaje y la amenaza su razón de ser. Está amaneciendo y como el tema tiene miga dejaremos el relato para otro día
-(Si no nos echan una fatwa los intolerantes de turno…)
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