Es ésta una interesante particularidad de nuestro sistema político, diría incluso de nuestra sociología política, impuesta quizá por la hispana tradición creyente y sectaria, alejada desgraciadamente de lo racional. Hay quien afirma no votar al PP porque no es un partido laico. No deja de tener su gracia: la bien llamada por Arcadi Espada izquierda cuántica española puede autodenominarse laica, pero no deja de ser, y en mi opinión más aún que la derecha liberal, gnóstica, profundamente creyente. La historia mágica de nuestra democracia parece querer que el voto, particularmente el voto de la autodenominada izquierda, se convierta en un acto místico, en una comunión de todos los santos, donde –proporcionalmente– pocos ciudadanos hacen el esfuerzo mental de trascender de lo ideológico (más impostado, sin embargo, que real; más eclesial que político) y pasar a lo factual: cómo lo han hecho los que están en el poder, cómo ha respondido la oposición, qué se espera de ambos en el futuro. Por ello, más que a realizar procesos electorales de variado pelaje, propendemos en España a los actos de afirmación, incluso de autoafirmación, consistentes en depositar, sistemática, invariable e inevitablemente, la papeleta de los nuestros en la urna. Podemos, luego, pasarnos la legislatura en las antípodas fácticas de aquéllos a los que hemos votado; es igual: un voto, justifica una presunta ideología. Como comprar determinado diario justifica una imagen (de progre, de liberal, de conservador, de rojorojísimo, de lo que sea) o ir a misa los domingos y fiestas de guardar, una religión. Fachada. Apariencia. Algo tan antiguo como El Quijote. Como la propia España.
(Escrito por Protactínio)
Y ahora, para elegrar la jornada, una bonita viñeta de los grandísimos Lacónico&Verse, auténticos Dolce&Gabanna
del humor gráfico en toda la blogosfera y parte del extranjero.
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