Un buen español respeta a su madre como a la Virgen de la que es devoto, pero en los tiempos que corren la Patria se nos ha llenado de contumaces que propagan mentiras marxistas y freudianas. Es sabido que el médico vienés, que se había practicado una vasectomía para retener el semen y así conseguir la eterna juventud, estaba convencido de que todos los hombres deseaban fornicar con su madre. Según su atrabiliaria teoría, la sociedad había creado tabúes para impedirlo, siendo ése deseo insatisfecho la causa de las neurosis. El antropólogo finés Westermarck advirtió a Freud de su error, haciéndole ver que los hombres naturalmente sienten aversión al incesto, pero el padre del psicoanálisis argumentó que sí así fuera, no habría sido necesario que la sociedad crease los tabúes. Westermack cayó en el olvido y las teorías freudianas conservan todavía, increíblemente, seguidores.
Hoy sabemos que la evitación del incesto es un efecto epigenético en la especie humana, es decir, una conducta que está condicionada genéticamente, por lo que sólo un ambiente extremedamente degradado puede llevar a que se produzca. Edward O.Wilson, padre de la sociobiogía, considera el caso del incesto como una excelente apoyo para su disciplina. La coevolución entre genes y cultura, la existencia de sociogenes, o de memes (tal como los llamó Dawkins en "El gen egoista", en 1976), son el eje central de la sociobiología. La prueba mas relevante que permite caracterizar la evitación del incesto como un efecto epigenético la proporcionó Arthur P. Wolf, que a lo largo de cuatro décadas, de 1957 a 1995, estudió las historias de 14.200 mujeres tailandesas contratadas para matrimonio "menor". Tal matrimonio, antaño muy extendido en el sur de China, consiste en la compra de niñas que son adoptadas por familias que las crían junto con los hijos biológicos para casarlos posteriormente. Lo que Wolf encontró es que esos matrimonios terminaban en divorcio con una frecuencia tres veces mayor que los matrimonios normales utilizados como control, que tenían un 40% menos de hijos y que los casos de adulterio se triplicaban (30% vs 10%). Tras cruzar múltiples análisis identificó el factor inhibidor clave para el incesto en la coexistencia cercana durante los trece primeros meses de edad. Ello explicaba, entre otras cosas, por qué es excepcional el incesto entre madre e hijo, cuya convivencia durante los primeros meses de vida es tan intensa.
El hombre había observado durante miles de años los desastrosos efectos biológicos del incesto (hijos enfermos y a menudo malformados), para evitarlo algunas culturas han creado diferentes tabúes. Dicho con el lenguaje de la sociobiología: las personas evitan el incesto debido a una regla epigenética hereditaria de la naturaleza humana que han traducido en tabúes. Además hoy conocemos la razón de los efectos biológicos del incesto: los genes recesivos asociados a enfermedades, que necesitan del gen del padre y la madre para expresarse patológicamente. Estamos ante un fantástico ejemplo de coevolución entre genes y cultura.
La sociobiología, como las teorías de Pinker en "La tabla rasa", plantea que la naturaleza humana está encriptada en nuestros genes y que llegamos a este mundo con un comportamiento ya prefigurado. Igual que sentimos naturalmente una aversión al incesto, al asesinato o a la mentira, somos naturalmente envidiosos, vengativos o egoistas. Por si fuera poco estamos también muy condicionados por nuestro fenotipo (nuestro cuerpo) que es una directa expresión de nuestro genotipo, es decir, feos o guapos, altos o bajos, sanos o enfermos ¿Qué espacio le queda pues a la cultura para ahormarnos socialmente? Parecería que muy poco. Seríamos una consecuencia del azar genético y ambiental, también de la necesidad. Nuestro destino está escrito. Una unidad de destino en lo universal.
Lecturas recomendadas de la biblioteca del marqués:
-Edward O. Wilson. Consilience. La unidad del conocimiento. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 1999.
-Jaime de Andrade. Raza. Ediciones Numancia. Madrid, 1945.
Ilustración de la pinacoteca del marqués:
-Otto Dix (1891-1969). Las hijas de Lot.
(Escrito por el marqués de Cubaslibres)
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