Vaya despidiéndose de Europa
Por Michael Freund
Publicado en The Jerusalem Post, 9 de enero de 2007
Si alguna vez quiso ver París o Roma antes de morir pero no ha tenido la oportunidad de hacerlo, puede que quiera darse prisa. Enseguida, la mayor parte de aquello en lo que ahora pensamos como Europa Occidental será transformado en una rama del mundo musulmán, lo que es seguro que lo convertirá en un lugar aún menos acogedor para americanos, israelíes o judíos.
Esa, al menos, es la desagradable pero completamente inevitable conclusión a sacar del camino demográfico de Europa, de cabeza a la extinción.
¿Cree que exagero? Considere unos cuantos hechos directos.
Según un informe reciente de la Rand Corporation, "Por toda Europa, las tasas de natalidad están cayendo y el tamaño de las familias se está reduciendo. La tasa total de fertilidad es ahora de menos de dos hijos por mujer en cada uno de los estados miembros de la Unión Europea".
No hace falta mencionar que los demógrafos consideran una tasa de natalidad de 2,1 hijos por familia como el nivel de reemplazo en el que la población de la sociedad permanece estable. Al margen de la inmigración a gran escala, todo lo que esté por debajo de eso significa declive y disolución.
Un estudio de investigación publicado el año pasado en el International Journal of Andrology llegaba a una tendencia similar, concluyendo que "Las tasas de fertilidad han caído y ahora nos encontramos por debajo del nivel de reemplazo en todos los estados miembros de la Unión Europea (UE). En el período de 20 años desde 1982", observaba, "la mayor parte de los países miembros de la UE han sufrido tasas de fertilidad total continuamente por debajo del nivel de reemplazo".
A la cola de la lista se encuentran España, Italia y Grecia, donde las tasas de natalidad oscilan alrededor de solamente 1,3 por pareja, llevando a algunos pronósticos a sugerir, por ejemplo, que la población de Italia podría reducirse en un tercio hacia mediados de siglo.
Otras, como el 1,37 de Alemania, el 1,74 del Reino Unido y el 1,75 de Suecia, no son mucho mejores en absoluto.
Las cifras son tan malas que en muchos países europeos, la cifra total de fallecidos cada año ha empezado a superar realmente la del número de nacimientos.
En la práctica, el Anuario Demográfico 2004 del Consejo de Europa advertía que, "para Europa en conjunto, en el 2003 murió más gente de la que nació". En 1990, reza el anuario, "tres países - Alemania, Bulgaria y Hungría - tuvieron por primera vez un crecimiento negativo. Para el 2002, era negativo en 15 países".
El año pasado, tras la publicación de estadísticas que revelan que el 30% de las alemanas no ha tenido hijos, la ministro de familia de Alemania, Ursula von der Leyen, provocaba una controversia cuando decía que si la tasa de natalidad de su nación no se invertía, el país tendría que "cerrar al salir". Y mientras que muchos europeos pueden estar ocupados en cualquier parte menos en el dormitorio, las poblaciones musulmanas de su entorno están demostrando ser mucho más expansivas.
Como señala el columnista Mark Steyn en su libro nuevo de lectura obligatoria America Alone, "¿Cuál es la población musulmana de Rotterdam? El 40%. ¿Cuál es el nombre masculino más popular en Bélgica? Mohammed. ¿En Ámsterdam? Mohammed. ¿En Malmo, Suecia? Mohammed".
El mes pasado, el Daily Telegraph del Reino Unido informaba que, "Mohammed, y su alternativa más común Muhammad, son ya nombres de bebé más populares en Inglaterra y Gales que Jorge".
Esto, dice el diario utilizando la subestimación típicamente británica, "refleja la mezcla étnicamente diversa de la población".
Pero esa "mezcla", mientras hablamos, está cambiando rápidamente - y no precisamente a favor de la Europa tradicional.
El islam, se mire por donde se mire, es la religión de mayor crecimiento en Europa, alimentada por la inmigración y por elevadas tasas de fertilidad. Según proyecciones del Consejo Nacional de Inteligencia del gobierno federal norteamericano, la presente población musulmana del continente de 20 millones probablemente se duplicará hacia el 2025.
Como observaba el año pasado Bruce Bawer en Mientras Europa dormía, "Ahora mismo, en la mayor parte de Europa Occidental, entre el 16 y el 20% de los niños son musulmanes... en cuestión de un par de generaciones, muchos países [europeos] tendrán mayoría musulmana".
Nunca desde el 8 de septiembre de 1683, cuando los otomanos amenazaban las murallas de Viena, el Islam ha estado tan peligrosamente cerca de hacerse con el control de Europa Occidental.
Las implicaciones de todo esto son mucho más graves de lo que nunca hayamos podido imaginar, y no es solamente un tema de elegir destinos turísticos nuevos y más hospitalarios.
Una Europa cada vez más islamizada va a demostrar ser aún más hostil a Israel y América, y esta tendencia sólo se intensificará mientras la población musulmana continúe creciendo.
Incluso si los gobiernos europeos tienen éxito en invertir la curva, lo que parece altamente improbable, se necesitarán décadas antes de que se empiece a notar. En el ínterin, sin embargo, el poder político musulmán sobre el continente se desarrollará y expandirá, y los líderes europeos se verán disuadidos de ignorar sus demandas.
Esto hace muchísimo menos probable que Israel y Estados Unidos puedan contar con Europa - si es que alguna vez pudieron contar - en momentos de crisis en las próximas décadas. Simplemente elija una tema, desde la guerra contra el terror hasta el estado palestino, y verá a qué me refiero. Sin importar lo desequilibrada que la postura de Europa haya sido hasta la fecha, probablemente sólo se vaya a desequilibrar más en los próximos años.
La Europa que conocemos es cosa del pasado, y es hora de que los legisladores americanos e israelíes tengan esto en cuenta al trazar sus planes de futuro. El aspecto de Europa está cambiando rápidamente, y con él, el maquillaje político y social del continente.
De modo que si realmente quiere usted ver de cerca la Torre Eiffel, será mejor que no tarde. En un decir Jesús, podría convertirse en un minarete.
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