Habla un experto: "No se les puede imponer la pauta de aprender una tabla de multiplicar, es terriblemente dañino. Tampoco que copien y copien, todo eso resulta perjudicial”.
Las declaraciones corresponden a un director de EOE (Escuela de Orientación Escolar) encargado, entre otras funciones dificultadas por la escasez de recursos, de la supervisión del programa para niños de alta capacidad de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. La iniciativa arranca en 2006 y consiste en identificar casos de superdotación intelectual y decidir la mejor manera de encauzar potenciales y necesidades. Las actuaciones pasan por la adaptación curricular (enriquecimiento de las materias) o la aceleración (el salto de curso). Se actúa en base al estudio e informe previo del sujeto, la recomendación pertinente y la decisión de los padres.
La alta capacidad, el popular término de superdotación, ¿es una bendición o un estigma? Recientemente han proliferado las noticias sobre este tópico. Ecos que al margen de los enunciados frívolos (listas de famosos con cocientes elevados) coinciden en reseñar el alto nivel de fracaso escolar y el bajísimo nivel de diagnóstico.
"Esto apenas ha empezado y queda muchísimo por hacer". Nuestro experto es psicólogo y conoce el tema por inmersión profesional y experiencia propia: uno de sus hijos tiene un cociente de 152. Él lo descubrió hace años, cuando el sistema educativo no facilitaba apoyos para estos casos. Se lo guisó en solitario y el hijo, brillante expediente académico mediante, figura actualmente en la parrilla de salida de potenciales ingenieros físicos nacionales.
El "queda mucho por hacer" se resume en el complicado objetivo de detectar casos y adaptar los niños a un sistema más adecuado a sus requerimientos. ¿Se trata de exprimir su potencial? No exactamente. "Lo prioritario es que el niño sea feliz y si la persona no puede desarrollar sus inquietudes, no lo es". Encuentro fascinante esta explicación por su encaje con las teorías de Punset sobre la felicidad, esa condición que las sociedades apenas han empezado a perseguir ahora.
Nuestro interlocutor acumula varios años de experiencia en lo que él denomina "el otro extremo" de la superdotación: los niños con "necesidades especiales". El progreso en los recursos que la Administración facilita para estos usuarios ha sido espectacular. Consultamos al respecto a un veterano político de aparato que cita dicho avance como "una de tantas" ilustraciones de la modernización y desarrollo experimentados en el último cuarto de siglo. ¿Se lo debemos a la voluntad social de nuestros representantes? Nuestro experto psicólogo aclara que no: "La dedicación ha sido forzosa; llegó el momento en que las familias empezaron a denunciar a la Administración, que perdió contenciosos a diestro y siniestro. No hubo más solución que la de actuar". La red de centros creados desde entonces se ha convertido en destino laboral corriente para los licenciados en psicología. Vocaciones al margen, es una salida estresante.
Volviendo a nuestro núcleo de hoy, un objetivo lejano sería la creación de centros específicos, con educadores específicos, para el porcentaje de usuarios dotado de una alta capacidad intelectual. El concepto de Eureka llevado a la enseñanza primaria. Un servicio ajustado a la necesidad de estas personas. Una inversión con beneficio para el particular y la sociedad.
Entretanto, la realidad nos remite a las asociaciones que han proliferado por España y que se dedican a calendarios con actividades de estímulo para nuestros geniecillos, información y acción para las familias y puesta al día permanente.
En los colegios, la misión de diagnóstico y actuación es complicada. Pese a disponer ya de un programa con base legal, la tarea suele encontrar interferencias. Pueden venir de padres reticentes a precipitar la velocidad del camino académico. O de profesores que aseguran con vehemencia que tal niño no es un súper dotado. "Ni siquiera tiene las mejores notas" o "Es lento leyendo". El vértigo familiar es comprensible, especialmente en los casos de aquellos niños que, precisamente por su especial condición, han experimentado "problemas" de convivencia. Una vez superado un déficit de sociabilidad, plantear un salto hacia una clase con niños de más edad parece, a priori, altamente desaconsejable. Pero en términos generales los estudios son concluyentes. La integración y los resultados han sido positivos en un porcentaje superior al 90% según un estudio realizado en la Comunidad Autónoma Canaria. No en vano, uno de los rasgos definitorios de la inteligencia es la adaptación al medio.
Las islas tienen una legislación avanzada en la materia, con destacados expertos en el tema como la profesora de Metodología de Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Laguna, África Borges, una de las voces autorizadas que enfatizan la necesidad de que los niños sean diagnosticados de cara a poder recibir una atención específica. Frente al mito de que hay un genio entre un millón, los últimos estudios indican que un 2% de la población registra cocientes superiores a los 130 puntos. Pero si no se fomenta el desarrollo integral de esta capacidad, el sujeto no alcanza su rendimiento óptimo.
Mucho más dañinos han sido los diagnósticos desacertados. La disponibilidad de apoyos psicológicos en los centros de enseñanza ha facilitado que ante comportamientos no convencionales de sus hijos, muchos padres hayan recurrido al asesoramiento especializado. A tan tempranas edades, una distinción precisa requiere talento y experiencia profesionales. En demasiados casos los síntomas han sido confundidos y el desinterés de un súper dotado ha sido interpretado a menudo como un déficit de atención propio de la hiperactividad. O su interés y capacidad para una materia concreta y difícil para su edad fue tomada como indicio de algún nivel de autismo. Y no se puede negar que en su superposición de escuelas y seudo descubrimientos, psicólogos y psiquiatras arrastran desde primera generación una incontrolable tendencia a clasificar y sellar. Un síndrome de Asperger, una medicación anestesiante. Versiones postmodernas y rebajadas del terrorífico afán por la lobotomía.
El error, claro, facilita el aprendizaje y el aprendizaje erradica el error. "Queda mucho por hacer" pero se ha empezado. Suena convincente pero es pronto para conocer los resultados. Hay detractores de la atención específica, claro, y en el propio sistema educativo podemos encontrarlos en determinados colegios privados. Por ley están obligados a apoquinar con el programa si así es determinado por un estudio previo de los especialistas y solicitado por los padres del alumno. Pero pueden esquivar la obligación de dos maneras: a) para que los especialistas estudien al alumno es necesaria una previa solicitud del centro, que puede negarse a cursarla; b) y tratándose de colegios privados pueden invitar a la familia a que busquen otra alternativa porque ellos ni son partidarios de la aceleración ni disponen de medios para la adaptación curricular.
Todavía en estadio párvulo la organización de medios específicos para encauzar las necesidades de estos chicos, el recurso más habitual siguen siendo las asociaciones. Habitualmente de pequeña magnitud, se desperdigan por nuestra geografía decenas de pequeñas agrupaciones de ámbito local o provincial en las que unas decenas de padres se apoyan en algún especialista y programas de actividades. Todo enfocado a facilitar el desarrollo intelectual de estos jóvenes entre prójimos de sus mismas características.
También sobresale el desembarco de instituciones como CTY (Center for Talented Youth), que avalan su experiencia y carácter internacional para vender programas encaminados al diagnóstico de niños de alta capacidad y la formación de profesores con el objetivo de que puedan atender sus necesidades.
La orientación es la clave aunque los asideros son escasos y la información a menudo confusa. Si unos expertos aducen que a los seis años ya se debe determinar con claridad la aptitud y potencial de un escolar, el Estudio de Talento Matemático que realiza anualmente el Peadoby College de la Universidad Vanderbilt y publica la revista Psycological Science indica que hasta los 12 no se pueden averiguar con certeza las potencialidades del sujeto. Estos estudios toman como referencia las matemáticas.
El material, en cualquier caso, es sobreabundante y se corre el peligro de que el exceso de luz pueda resultar tan irrelevante como la oscuridad total. Títulos tan certeros como ‘La realidad de una diferencia’ (Susana Arroyo, Merce Martorell y Sandra Tarrago. Ediciones Verdes) constatan que existiendo teclas que pulsar, la solución -la felicidad del niño, la evitación del fracaso escolar y personal- está al alcance. Crecerán los medios y las maneras o los médicos y las mareas.
Yo lo que quería decir es que una vez conocí a una persona no testaruda.
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