De tanto en tanto, y más en los tiempos que corren, conviene ejercitar la Memoria y, si ésta es histórica, miel sobre hojuelas. A la vista de que el Ejecutivo, en unión de sus más o menos fieles e interesados aliados, se propone legislar sobre la Memoria Histórica, centrándose en la Guerra del 36 y el posterior régimen que de ella surgió, sería conveniente glosar la figura de todo un personaje que por aquel trienio inicial se distinguió y laureó. Y digo, y digo bien , que sería conveniente glosar su figura por la sencilla razón de que, siendo el que esto escribe de natural malicioso y los padres de esta ley de natural tendencioso, piensa uno que dicho personaje no va a ser muy mencionado, menos alabado, en la Ley que se cocina.
Hablo, o mejor escribo, de todo un caballero, de alguien nacido en el sevillano barrio de Triana. Huérfano de padre desde la infancia y acosado por la pobreza ejerció los más variados oficios, hasta el de matador de toros ( más cornás da el hambre, se cumplió con él), no en vano tiene una entrada en El Cossío, siendo definido como el único torero que alternó la lidia con la política, pero una cornada, esta vez de toro y no de hambre, le obligó a retirarse y a buscarse la vida en Madrid como trabajador del metal, siendo este traslado forzoso determinante en su paso a la actividad sindical y política, pero también crucial para jugar el papel que el destino le tenía asignado. Les hablo, les escribo, de Melchor Rodríguez García, también conocido como el Ángel Rojo, sindicalista de la CNT y de la FAI, pero también, y principalmente, Director General de Prisiones de la República en plena Guerra Civil, en el período comprendido entre noviembre de 1.936 y marzo de 1.937. No me extenderé en más datos biográficos, pues andan éstos sobrados y abundantes por los libros, las hemerotecas y la Red, pero sí dejaré cuatro pinceladas que pueden dar un esbozo, mínimo al menos, de la bondad y honradez, y también humanidad, del personaje, virtudes estas que no suelen acompañar a los que se dedican a la política, porque Melchor Rodríguez, seguramente a su pesar y en tiempos convulsos y también por casualidad, se encontró abocado a la actividad política con el desempeño de una cargo público y de carácter ejecutivo, una notable paradoja tratándose de un anarquista.
Un fragmento de una denuncia suya retrata al personaje, y lo hace, en su justa medida de honradez y valentía, porque entonces ya había sido destituido de su cargo y se exponía a cualquier represalia de los que, con nombre y apellidos e investidos de todo el poder absoluto que le otorgaba una situación bélica, eran denunciados:
En relación a la orden dada por el tal Cazorla referente a sacar de las cárceles del Gobierno a los absueltos por los tribunales populares, tras ser retenidos gubernamentalmente por él, para, valiéndose de engaños y órdenes verbales secretas, dadas a los agentes de su mando, conducirlos a cárceles clandestinas y batallones de milicias comunistas(…); declaro estar dispuesto a comparecer ante las autoridades o comités responsables para verbal o documentalmente demostrar la funesta política seguida desde la Consejería de Orden Público de Madrid por Santiago Carrillo y Serrano Poncela, primero, y por José Cazorla últimamente(… ) *
Puede parecer una contradicción que un anarquista sea Director General de Prisiones, pero no lo es tanto si atendemos al momento histórico en que nuestro personaje tuvo que saltar a la arena y lidiar con un toro muy diferente al que años atrás le había corneado. Tampoco es extraño si sabemos que como buen anarquista, utópico en los fines y quizá también en los medios, pretendía dar un revolcón al sistema penitenciario vigente hasta el momento, cambiarlo desde dentro, humanizarlo en la medida de lo posible y buscar las medidas alternativas que hicieran de la pena un instrumento tendente a la reinserción.
Pero el estallido de la Guerra Civil y la consiguiente locura desatada iban a convertir a nuestro personaje en algo más que un mero funcionario de élite. Desde su cargo puso freno con contundencia a las sacas indiscriminadas de presos hostiles al Frente Popular, derechistas que decían entonces, aquellos que terminaban en las cunetas o en las fosas de Paracuellos. Hombres que más tarde hicieron carrera en el bando vencedor, Muñoz Grandes, Fernández Cuesta y el cuñadísimo Serrano Súner , salvaron el pellejo gracias a Melchor, quien no hacía distinciones ni tampoco discriminaciones, prebendas y estigmas que no tenían cabida en el profundo humanismo que atesoraba. Pero nuestro héroe duró poco en el cargo, siendo como era un funcionario díscolo y proclive a un entendimiento que ni sus superiores deseaban ni sus adversarios en la contienda deseaban.
La conclusión de la guerra lo cogió en Madrid y pudiendo huir, como hicieron muchos de sus correligionarios, no lo hizo, ya que tal vez, ingenuamente, esperaba la benevolencia de los vencedores, o la reconciliación entre los dos bandos. Pero el régimen triunfante fue miserable con él, como con otros, y lo fue por partida doble: lo sentó en el banquillo y lo acabó condenando, pese al testimonio en su favor de algún nuevo jerarca de la victoria.. Suponemos que la vergüenza y la mala conciencia hicieron mella en sus juzgadores, ya que no se atrevieron a sentenciarlo más allá de la pena de seis años y un día, de los que en prisión cumplió poco más de uno. Podemos terminar diciendo que murió de viejo y que su entierro, en los estertores del franquismo, fue multitudinario, congregando a falangistas y anarquistas, vencedores y vencidos, vividores del régimen y opositores al mismo, siendo todo ello algo bastante extraño en un país como éste.
Concluye aquí este humilde homenaje a un hombre justo y honesto, sacrificado y generoso, con la esperanza, intuyo y temo que vana, de que los que tanto gustan de mirar al pasado, removerlo y retorcerlo con fines casi siempre espurios, tengan la decencia, ya puestos a legislar y hasta canonizar, de otorgar a Melchor Rodríguez García el lugar que corresponde en la Memoria.
* Los personajes reales que aparecen en este extracto lo hacen porque así están citados por el autor de la denuncia que aquí se plasma. No se pretende ningún juicio paralelo a los mismos, pues ya han sido juzgados, con mayor o menor benevolencia, por la Historia, o la Política.
(Escrito por Reinhard)
Etiquetas: Reinhard
«El más antiguo ‹Más antiguo 401 – 513 de 513