Este gordito tan aparentemente simpático, puede verse pronto privado de la custodia de su madre, a la que seguramente adora, porque el gobierno de Su Majestad Británica ha decidido que es preferible un huérfano delgado que un obeso feliz. Eso asegura La Vanguardia en su edición de ayer. Hay que ver cómo es este socialdemócrata gobierno del Reino Unido. Hace unas semanas, dos hermanos ya mayores eran privados –manu militari– de la compañía de su perro que pasó a recibir los administrativos cuidados de las autoridades del ramo. El motivo: de nuevo la gordura del animal. Sus amos lo estaban envenenando, al parecer, a base de pan inglés (bonito oxímoron), Yorkshire pudding y fish&chips. Y, claro, el animalito sufría de diabetes, insuficiencia respiratoria, elevado colesterol y todos los etcéteras que a ustedes se les puedan ocurrir. Él parecía tan ufano como sus dueños, a los que acompañaba fielmente. Pero, amigo, la salud es lo primero.Debe de ser que los gobiernos europeos, quizá más si son de izquierda (sic), propenden irresistiblemente al cuidado paternal de sus súbditos, incluidos perros y semovientes. ¡Qué bonito y qué amoroso! Lecciones nos da en España la archifamosa ministra Salgado. Archifamosa, claro, por sus ocurrencias que no por sus actos de gobierno, escasos estos por mor de la falta de competencias reales. La campaña del tabaco, procedente en su inicio justo de los mismos que, hace años, nos impelían a fumar compulsivamente a base de Bogart y el vaquero de Marlboro, es una prueba arquetípica, patognomónica, de lo que nuestras bien amadas autoridades cuidan de nosotros.
No deja de tener su gracia que en un sistema de gobierno como el occidental, donde cada vez estamos más desprotegidos ante violencias de todo tipo, reconversiones industriales, deslocalizaciones de empresas, impuestos abusivos y clases políticas cuya idea de la democracia se reduce a la capacidad de votar cada cuatro años, los gobiernos se preocupen, sobre todo, por nuestra salud. Interesante. Prohíben fumar. Prohíben beber. Obligan al uso del cinturón de seguridad. Prescriben la congelación del pescado. Persiguen a los gordos (perros incluidos). Defenestran a los deportistas que osan ponerse en manos de los médicos. Al menos, deberían tener la honradez de explicarnos que nuestra salud les importa un carajo; que se la suda que muramos de obesidad, cáncer de pulmón o ataque fulminante de anisakis. Que lo único que cuenta es la cuenta de resultados hospitalaria, y cuesta más un enfermo que un –según sus irrefutables parámetros– sano. Que no son paternalistas, sino economistas. Y que, eso sí, es más sencillo ocuparse de nuestros vicios que de nuestras virtudes; de nuestras vías respiratorias que de nuestras ilusiones; de sus propios miedos que de nuestros temores reales. Al fin y al cabo, los problemas diarios de los ciudadanos no se resuelven con estúpidas e incumplibles legislaciones, ruedas de prensa y fotografías en primera página. Pero ellos, a falta de otros logros, nos aseguran, ¡ah!, que todo es por nuestro bien.
(Escrito por Protactínio)
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