Escribo en presente pero cuando lo leas serán pensamientos pasados. Desde que yo plasmo estas reflexiones sobre la necesidad fisiológica del caldo otoñal hasta que tú las percibas habrán fallecido millones de mis anteriores células. Y no digamos de las tuyas. Habrás visto un mínimo de dos telediarios y te habrás bebido dos Colacaos. Te habrán sobrepasado varios cantos de gallo, las orillas serán un poco más cortas y el desierto más ancho. Yo habré gastado unos puñados de esperma, aunque menos que tú. 1327 anuncios publicitarios habrán penetrado tu cerebro por las ventanas frontales y laterales. 50.328 de mis recuerdos se habrán extraviado por 473 que habrán renacido sin razón conocida. Escribo en presente pero mis verbos son futuros.
Estamos descoordinados tú y yo. Es mañana soleada pero probablemente tú leas esto en incipiente penumbra vespertina. Sería absurdo pues que trate de interesarte con un texto combinable con cruasán y café. La vía más segura de conexión son los tópicos universales, ahí sí podrías captar mi guiño. ‘¿Y si hablamos sobre el tiempo?’ Para cuando leas esto es posible que Almuñécar haya desaparecido de tus recuerdos. ‘¿Y si hablamos sobre el Gobierno?’ Puede que mis aflicciones sean tus indiferencias. Además, lo que realmente me interesa ahora es saber qué ocurrirá entre la terminación de este texto y el momento en que lo leas. Pero eso es algo que sólo tú puedes saber. Nos interesa lo que desconocemos, pero yo no puedo recibir nada de ti. Y no encuentro la manera de traspasarte alguna novedad. ¿Sabías que el 10% de los seres humanos de todos los tiempos está vivo en este momento exacto?. Para cuando asumas el dato yo podría estar muerto. Es estadísticamente posible.
Cuando fui mujer y estuve embarazada me sometí a una amniocentesis. Me advirtieron que había “menos de 1%” de probabilidad de que el feto resultara dañado. Pero tú eres un hombre y este no es tu asunto. El orgasmo del cerdo dura treinta minutos. La duración de los viejos telediarios. Puedo escribir sobre el pasado y así conseguir una posición más equilibrada contigo. Repasar los valores bursátiles de algún día de hace una semana, o recuperar un brillante artículo del último Science. Poco mérito, ¿no? Eso ya lo has podido hacer tú solito en el remoto caso de tener el mínimo interés.
Otra opción es especular sobre el futuro. Imaginar el próximo estadio tecnológico, cuando tú puedas leerme, si quieres, antes de que yo te escriba. O cuando tus mañanas sean mis tardes. En el futuro, los verbos se conjugan en presente.
Pero no te engañaré más, ha transcurrido suficiente texto para que comprendas que la cuestión es que no tengo nada que decirte. Dejémoslo en que mañana me quedará un día menos de aire. Como a ti. (Y en que alrededor de 36 mil billones de neutrinos del Sol habrán atravesado tu cuerpo cuando hayas llegado a este final).
Estamos descoordinados tú y yo. Es mañana soleada pero probablemente tú leas esto en incipiente penumbra vespertina. Sería absurdo pues que trate de interesarte con un texto combinable con cruasán y café. La vía más segura de conexión son los tópicos universales, ahí sí podrías captar mi guiño. ‘¿Y si hablamos sobre el tiempo?’ Para cuando leas esto es posible que Almuñécar haya desaparecido de tus recuerdos. ‘¿Y si hablamos sobre el Gobierno?’ Puede que mis aflicciones sean tus indiferencias. Además, lo que realmente me interesa ahora es saber qué ocurrirá entre la terminación de este texto y el momento en que lo leas. Pero eso es algo que sólo tú puedes saber. Nos interesa lo que desconocemos, pero yo no puedo recibir nada de ti. Y no encuentro la manera de traspasarte alguna novedad. ¿Sabías que el 10% de los seres humanos de todos los tiempos está vivo en este momento exacto?. Para cuando asumas el dato yo podría estar muerto. Es estadísticamente posible.
Cuando fui mujer y estuve embarazada me sometí a una amniocentesis. Me advirtieron que había “menos de 1%” de probabilidad de que el feto resultara dañado. Pero tú eres un hombre y este no es tu asunto. El orgasmo del cerdo dura treinta minutos. La duración de los viejos telediarios. Puedo escribir sobre el pasado y así conseguir una posición más equilibrada contigo. Repasar los valores bursátiles de algún día de hace una semana, o recuperar un brillante artículo del último Science. Poco mérito, ¿no? Eso ya lo has podido hacer tú solito en el remoto caso de tener el mínimo interés.
Otra opción es especular sobre el futuro. Imaginar el próximo estadio tecnológico, cuando tú puedas leerme, si quieres, antes de que yo te escriba. O cuando tus mañanas sean mis tardes. En el futuro, los verbos se conjugan en presente.
Pero no te engañaré más, ha transcurrido suficiente texto para que comprendas que la cuestión es que no tengo nada que decirte. Dejémoslo en que mañana me quedará un día menos de aire. Como a ti. (Y en que alrededor de 36 mil billones de neutrinos del Sol habrán atravesado tu cuerpo cuando hayas llegado a este final).
(Escrito por Sickofitall)
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